El mejor citycar del mundo

La marca inglesa Aston Martin cumplió el capricho de uno de sus clientes más acaudalados y desarrolló un auto impresionante. Te contamos su historia y sus características. Galería de fotos

Redacción Parabrisas

Cuando uno piensa en un auto urbano lo primero que imagina es un vehículo de dimensiones compactas y con un motor pequeño que consuma poco combustible, y que sea silencioso y cómodo para el día a día. 

Todas estas funciones eran cumplidas satisfactoriamente por el Aston Martin Cygnet, un citycar que lanzó la marca inglesa hace ya unos cuantos años para cumplir con una reglamentación medioambiental que establecía un promedio de contaminación máximo entre todos los vehículos disponibles de una marca. 

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Como la automotriz alojada en el Reino Unido nunca se especializó en el desarrollo de vehículos pequeños decidió pedirle “prestado” a Toyota su IQ, cambiarle el logo, el nombre, ponerle un poco de cuero y de esta manera tener en su gama un producto pequeño. 

De esta manera Aston cumplía con las reglamentaciones y podía seguir con sus actividades habituales: desarrollar vehículos de altísimas prestaciones y lujo, sin darle demasiada importancia a las emisiones de CO2. 

Hasta aquí se podría decir que los hechos tienen una cierta lógica, pero esta tendencia se corta cuando uno de los mejores clientes de la casa le pide a la marca un proyecto único. El sujeto en cuestión quería ponerle a su Cygnet un enorme motor V8 y transformarlo en un aparato de pista. 

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Aston, pudiendo haber rechazado el proyecto, increíblemente lo acepta e inicia la construcción de una pequeña máquina devoradora de asfalto. 

Partiendo de una carrocería completamente despojada los ingenieros y mecánicos de la marca inglesa pusieron manos a la obra y reforzaron absolutamente todo el monocasco. Se tuvo que agrandar el falso túnel de transmisión transformándolo en un auténtico túnel de transmisión, ya que ahora las ruedas motrices son las traseras. 

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Las dos butacas delanteras se tuvieron que retrasar para darle espacio a la enorme planta impulsora: un bloque V8 de 4,7 litros de cilindrada originario de un Vantage de generación anterior. Lo más importante de esta mecánica es su condición de naturalmente aspirada, lo que le otorga un sonido puro y espectacular. Su potencia es de 430 CV. 

El torpedo y el parallamas ahora ocupan más espacio en el habitáculo, el cual muestra inserciones de fibra de carbono por todos lados. Incorpora el tren delantero y trasero del Vantage, lo que significa que tiene parrillas de suspensión dobles en aluminio para cada rueda. 

Según indica la gente de Aston lo más difícil de todo el proyecto fue transformar al vehículo en un aparato manejable, ya que la distancia entre ejes es muy acotada y eso le quita mucha estabilidad. Si bien el ancho de vías fue notoriamente agrandado y los neumáticos traseros son ahora “rodillos” de 275 milímetros de ancho, para llevarlo al límite con seguridad hay que ser un profesional. 

No dispone de control de tracción ni de estabilidad y se le fueron retirados los airbags, lo que implica que rodará solo en pista. Cuenta con jaula de seguridad, asientos de competición, arneses de cinco puntos y extintor con accionamiento desde el tablero, todo siguiendo con las normas FIA. 

Sorprendentemente, conserva una antigua caja automática robotizada de la marca, la cual fue muy criticada por la prensa europea. En tren de exigencias hubiéramos preferido una manual. 

Todo este despliegue de ingeniería e incontables horas hombre fue expuesto en el conocido festival de Goodwood, donde su presencia fue destacada y se lo vio girar muy veloz por las curvas del circuito.  

Un auténtico bólido artesanal con el que más de uno comenzará a soñar. 

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