Aumentan más del 40 por ciento los siniestros viales

En un informe elaborado con datos del mes de mayo, el Instituto de Seguridad Vial, da cuenta del gran incremento interanual en accidentes viales que provocan lesionados graves.

El trabajo de mejoras en rutas y autopistas en todo el país es un hecho irrefutable. Esa actualización de los corredores viales, un trabajo tan postergado por los gobiernos anteriores, es uno de los elementos que ayudan a mejorar la seguridad para los conductores y todos los personajes que intervienen en esta obra multitudinaria llamada tránsito.

Sin embargo, y a pesar de la buena nueva que este gigantesco trabajo supone, con él solo no alcanza para lograr los niveles de protección que toda sociedad merece. La parte que falta es la más importante, la educación.

Hoy, la mayoría de los distritos a nivel nacional entregan registros de conducir sin comprobar fehacientemente que quienes los solicitan estén debidamente capacitados para obtenerlo. Es que no existen cursos que preparen a la mayoría de los futuros conductores para realizar su tarea de la manera más adecuada. Solo unos pocos reciben instrucción específica, especialmente aquellos que se dedicarán al transporte profesional, de cargas o de personas. El problema es que la Seguridad Vial no aparece como materia en ningún plan de estudio, ni siquiera extracurricular y es en los primeros niveles de la educación obligatoria donde el Estado debería exigir que los niños empiecen a familiarizarse con las normas que los ayudarán a ser mejores conductores y peatones, es decir, participar de los pormenores del tránsito recibiendo la información necesaria para evitar accidentes.

De lo contrario, no hay explicación lógica para los números que aparecen en los informes de siniestralidad vial. El último dato lo comunicó el Instituto de Seguridad Vial (ISEV) analizando el mes de mayo. En el informe se advierte que la “siniestralidad vial grave” (aquella que deja como saldo por lo menos un lesionado Grado 3, es decir, con fractura) muestra un aumento del 40,3 por ciento respecto del mismo mes del año pasado. 

En el documento el ISEV asegura que en la misma comparación ha bajado la “mortalidad” un 18 por ciento, dato que contrasta con el incremento de la “morbilidad” (lesionados graves como consecuencia de los accidentes) que subió un 12 por ciento. Otro dato que surge del informe es la relación “muerto por siniestro vial grave”, que muestra una reducción de la tasa de 0,46 a 0,26.

Vemos que bajaron variables importantes reducción en la que pueden influir las mejoras de infraestructura a las que nos referimos más arriba y las nuevas tecnologías de las que disponen los autos. Pero, a pesar de estos datos positivos, la cantidad de accidentes sigue en aumento. 

Como sucede en estos casos la frialdad de los números no alcanza para sensibilizar a la sociedad sobre la gravedad de esta problemática. Pero tampoco es suficiente para que las autoridades correspondientes tomen cartas en el asunto.

Además del estado de algunos corredores viales y la falta de educación apropiada en la materia, la Argentina sufre desde hace décadas un mal endémico: la falta de preparación de las autoridades que deben colaborar para mejorar las condiciones de circulación. Salvo honrosas excepciones, hoy las fuerzas policiales parecen meros elementos de decoración en las calles de las grandes ciudades. Los efectivos de esas fuerzas no se ocupan del tránsito en ninguna de sus facetas, incluso cuando ante sus narices se comete una infracción: se hacen los distraídos o dirigen su vista a la pantalla del celular... Ni siquiera son capaces de advertir a quien está cometiendo la falta para que desista. Y en los distritos que cuentan con agentes de Tránsito, la suerte es la misma. Es una pena que las personas que tienen que cuidarnos no lo hagan, o lo que es peor, que aquellos que deben hacer cumplir la ley no la conozcan. 

La Argentina es en muchos aspectos “tierra de nadie”, una suerte de “sálvese quién pueda” que nos tiene los ciudadanos presos en una gran injusticia avalada por quienes deberían impartir justicia. Mientras tanto, las estadísticas se ocupan de mostrar el lado más triste de esta realidad que algún día tendremos que cambiar.