Argentinos al volante: de mal en peor

Falta de educación, cultura temeraria y controles poco efectivos, un cóctel que hace al tránsito ingobernable. Galería de fotos

Redacción Parabrisas

Un auto volcado, con ambulancias alrededor, parates en zonas linderas y un accidente pocos metros más adelante producto de la pésima decisión de conducir y mirar el siniestro. Una imagen que se reproduce en cualquier autopista una mañana típica en el tránsito de Buenos Aires, el Conurbano y gran parte del país. Así como también lo son el exceso de velocidad, el mal estacionamiento y tantas otras violaciones a las leyes a las que nos acostumbramos día a día y que, pese a algunos controles y las muchas multas, nada parece cambiar.

Sumado al caos diario de marchas, la superpoblación del parque automotor y la vida diaria, la forma en que manejamos atenta contra el mejoramiento del tránsito. Los semáforos rojos ya no detienen vehículos (tampoco los radares), ni se respetan las rampas para discapacitados, sumado a que las multas, si bien son labradas, no parecen afectar. ¿Esto tiene una base cultural? ¿Las autoridades son lo suficientemente rígidas?

Ellos dicen

Los especialistas vinculados con el tema brindan respuestas casi idénticas y las soluciones parecen estar al alcance de la mano, aunque no en un tiempo asequible. “Es cultural, pero es fundamentalmente falta de controles y eficacia de las autoridades de no hacer cumplir las leyes”, expone el Dr. Alberto Silveira, presidente de Luchemos por la Vida, en diálogo con Parabrisas.

Para el Ing. Fabián Pons, titular del Observatorio Vial Latinoamericano, “no hay una sola de las partes en las que se divide la seguridad vial en la que estemos trabajando correctamente. Los  fabricantes dicen que la seguridad (que ya están atrasados) no es motivo de venta. No educamos bien. El método de otorgamiento de licencias se parece más a un simple trámite administrativo que a la demostración cabal de que la persona tiene los conocimientos teórico-prácticos necesarios para conducir un vehículo.

Casi no hay controles y las sanciones son laxas. Creemos que a nosotros ‘nunca nos va a pasar’. El problema fue escalando hasta llegar al punto más alto que es el de la ‘pérdida de cultura’”.

No parece extraño, entonces, que la postura oficial sea diferente y ligeramente prearmada: “Desde la Secretaría de Transporte de la Ciudad se trabaja para brindar herramientas en diversos públicos y ámbitos a través de programas, cursos y acciones. El control y la legislación resultan indispensables para el cumplimiento de las normas de tránsito. Por eso, en 2008 se creó el Cuerpo de Agentes de Control de Tránsito, especializado para realizar diferentes operativos de control y ordenamiento”.

“Los Agentes de Tránsito llevan adelante una tarea esencial. Actualmente en Buenos Aires hay un equipo de 1.840 oficiales que realiza diariamente controles de alcoholemia, luz roja, etc. El Cuerpo trabaja en conjunto con la Policía de la Ciudad, realizando operativos especiales en eventos masivos”, defienden desde el organismo porteño, aunque queda latente la incógnita de por qué sigue habiendo cuantiosas infracciones si los agentes están por toda Buenos Aires.

Cuestión de justicia

Todos los protagonistas aceptan la desidia a la hora de conducir, la falta de respeto hacia las leyes y hacia el prójimo, la veta social y cultural, pero el vértice en el que convergen todas las aristas es la necesidad de una mayor rigurosidad de las autoridades pertinentes.

“Los controles son laxos porque no se aplican. Tampoco creo que se deban aumentar las multas, sino aplicarlas. Con las campañas de concientización, cambiamos las conductas en un 25 o 30%, pero con las labores de contralor, esas modificaciones ascienden a un 90%”, explica Silveira. Según Pons, “si solamente educáramos y capacitáramos a los agentes de tránsito y a las fuerzas de seguridad, controláramos y sancionáramos eficazmente, el número de siniestros en la Ciudad se reduciría drásticamente. Pero para eso se necesitan dos cosas primordiales: voluntad política y ganas de trabajar a fondo en el tema”.

En el CESVI coinciden con la necesidad de “una gestión adecuada de la administración de justicia” y con los diversos factores que causan estas conductas. Pero también agregan una visión diferenciada a partir de su experiencia: “El automóvil puede ser un gran sistema de control y es la tendencia por lo cual los vehículos del futuro no serán conducidos por humanos. Ya hay sistemas que no permiten exceder las velocidades máximas. Por consiguiente, puede existir otro que impida que el conductor avance con semáforo en rojo o estacionar en un lugar prohibido”.

¿Penalidades o educación?

Pero es imposible intentar armar un análisis sobre esta situación sin mencionar el aspecto educativo, una de las mayores deficiencias a los ojos de los expertos, aunque sin la injerencia final de los castigos. La solución más importante, a largo plazo, es sentar una base educacional (aspecto preventivo) y trabajar en los errores que se vayan cometiendo para erradicar las falencias de tránsito (multas).

“Estamos al tanto de la información procesada por el Observatorio del Ministerio de Transporte, y cumplimos con la ley que nos asigna velar especialmente por la presencia de la Educación Vial en la enseñanza. El rol específico de la educación es apoyar la construcción de comportamientos responsables y cuidadosos, hacer conocer y practicar las normas en el ámbito escolar, dar a entender el valor de la vida y el respeto hacia los otros. Esto, teniendo en cuenta que la crisis del tránsito es un fenómeno multicausal”, reflexionan fuentes del Ministerio de Educación de la Nación ante la consulta de Parabrisas, y aclaran que los contenidos escolares, de cualquier tipo, son a nivel federal pero cada provincia tiene la responsabilidad de acercar estos temas a los chicos.

En resumen, la legislación está y el primer paso para que todo empiece a funcionar mejor es cumplirla, pero también hay que hacerla cumplir. Para generar una cultura determinada, la educación es primordial, y los controles y sanciones continuarán para que aquellas fallas graves dejen de cometerse. La totalidad de los protagonistas ven a esta solución poco inmediata, pero factible y necesaria. Está en nuestras manos evolucionar hacia un tránsito mejor, más seguro y con menos víctimas.

La polémica de las estadísticas

La polémica se instala otra vez al intentar hablar de cifras en la Argentina. Si bien determinados actores insisten en la precariedad en el modo de realizar esquemas para cuantificar, Luchemos por la Vida tiene un detallado informe sobre accidentes. En 2016 hubo 7.268 víctimas mortales en Argentina, en el promedio de los últimos 25 años, que va entre 6.000 (2002) y 8.700 (1994).

A su vez, la Secretaría de Tránsito porteño maneja una cifra mayor de acuerdo al Observatorio Vial, que será renovado, y su última estadística es de 2015: 9.087 fallecidos en CABA, con 9.750 lesionados. Lo más relevante es que, de todos los muertos en las calles de Buenos Aires, sólo 91 fueron en el acto.

El interior y Buenos Aires, diferentes pero no tanto

Los grandes centros urbanos y turísticos del país tienen problemas de tránsito, prácticamente en todas las épocas del año. Ciudad, playa, montaña, rutas, todo colabora para que manejemos mal. Sin embargo, muchas locaciones de la Argentina tienen una oferta diferente. Tal es el caso de San Martín de los Andes, cuyos voceros le comentaron a Parabrisas: “No tenemos semáforos en nuestra ciudad. Accidentes hay, pero casi el 100% son en rutas”.

La misma fuente reveló que las únicas dos señales lumínicas están sobre la Ruta 40 “debido a la proximidad de escuelas, pero la idea no es instalar semáforos. Acá se respetan las normas de vialidad y siempre el peatón tiene prioridad de paso”.

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