Seguridad Vial (CEDOC)
Seguridad Vial / Educar a los niños

Aprender de los más chicos

Muchas veces pensamos que la educación vial es sólo cuestión de leyes y controles. Pero, en realidad, empieza mucho antes: en la forma en que enseñamos y en lo que transmitimos a las futuras generaciones.

martes 04 de noviembre de 2025

La seguridad vial suele ser presentada como un problema de tránsito, de controles o de sanciones. Sin embargo, en su esencia más profunda es un tema cultural y educativo. Y en ese sentido, los niños cumplen un rol mucho más importante de lo que imaginamos.

Desde temprana edad, los más chicos observan y repiten lo que ven. Cada vez que un adulto cruza con el semáforo en rojo, maneja sin cinturón o ignora una señal de tránsito, transmite un mensaje silencioso pero poderoso: que las normas pueden incumplirse sin consecuencias. Del mismo modo, cuando los adultos respetan las reglas, refuerzan el valor del ejemplo.

Lo interesante es que los niños no sólo aprenden, sino que también se convierten en “fiscalizadores” espontáneos. No es raro escuchar a un pequeño recordarle a su padre que se abroche el cinturón, que se coloque el casco antes de subir a la moto o espere la luz verde para avanzar. Ese señalamiento inocente y sincero demuestra que, muchas veces, los más chicos internalizan con mayor claridad la importancia de las normas.

Si pensamos a futuro, el desafío es enorme pero alentador: educar a las próximas generaciones en el respeto por la vida en la vía pública al momento de formar parte del tránsito. No se trata únicamente de formar conductores responsables, sino ciudadanos conscientes de que cada decisión en la calle puede salvar o arruinar una vida. La educación vial debe comenzar en la familia, reforzarse en la escuela y sostenerse en la comunidad.

Incorporar programas de educación vial desde la infancia no debería ser una excepción sino una política sostenida. Juegos, charlas, simulaciones y campañas adaptadas a cada edad pueden sembrar valores que luego florecerán en la adolescencia y la adultez. Porque cuando esos niños crezcan y tomen el volante, las normas no serán simples obligaciones externas, sino parte de su formación personal.

Los siniestros viales no son accidentes inevitables. En su mayoría responden a conductas imprudentes que podrían haberse evitado. De ahí la importancia de empezar desde abajo: si enseñamos hoy a los más pequeños, mañana tendremos adultos más responsables. Y cada vida que logremos preservar será la mejor prueba de que invertir en educación vial vale la pena.

La educación vial no empieza en la academia de manejo ni en la entrega de una licencia, sino mucho antes: en la casa, en la escuela y en cada gesto que damos como adultos frente a los niños. Ellos, con sus observaciones y recordatorios, ya nos están mostrando el camino. Depende de nosotros escucharlos y darles el ejemplo que merecen.

Y, sobre todo, debe ser un proceso sostenido en el tiempo. La infancia es la primera etapa, pero el refuerzo en la adolescencia es clave, porque luego de esa etapa se convierten en adultos y comienzan a manejar sus primeros vehículos. Si en ese momento encuentran coherencia entre lo aprendido y lo vivido, habremos formado conductores más seguros y ciudadanos comprometidos con la vida.

La seguridad vial la hacemos entre todos, incluso con los más pequeños.

Por Matías Gonzáles, abogado diplomado en Seguridad Vial

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