El inventor del célebre vidrio de borosilicato, utilizado desde el principio en lámparas de gas y hasta el presente en los bulbos de las lámparas halógenas para los faros de los automóviles, entre muchas otras aplicaciones, fue el químico alemán Friedrich Otto Schott, que nació el 17 de diciembre de 1851 en Witten. Era hijo de un fabricante de vidrios, Simon Schott. Desde 1870 hasta 1873 Schott estudió tecnología química en el Colegio Técnico de Aachen y en las universidades de Würzburg y Leipzig. Obtuvo su doctorado en química del vidrio en la Universidad Friedrich Schiller de Jena con su tesis “Contribuciones a la teoría y práctica de la fabricación de vidrio”.
Al recorrer las instalaciones de magnífico Schott Glass Museum de Jena, el visitante estudioso se sumerge de lleno en el fascinante mundo del vidrio, su pasado, presente y brillante futuro, y puede sacar conclusiones acerca de los notables esfuerzos que se tuvieron que realizar para lograr las maravillas ópticas que hoy conocemos.
Utilizando como base sus descubrimientos científicos, Schott fue el primero en fabricar vidrios ópticos especializados de características exactamente definibles y reproducibles. Estos permitían la producción en serie, con una calidad consistentemente alta, de microscopios y otros aparatos ópticos de altas prestaciones y cimentaron el renombre mundial de la industria óptica alemana y de la industria de vidrios especiales.
El vidrio de borosilicato, desarrollado a finales del siglo XIX, fue uno de los mayores aportes a la ciencia de Otto Schott. Este nuevo vidrio especial, estable frente a los ácidos y las soluciones alcalinas, así como extraordinariamente resistente al calor y a los cambios de temperatura bruscos, resultaba idóneo para las aplicaciones tecnológicas más variadas, y la naciente industria del automóvil pronto prestó especial atención a este material, en primera instancia para reemplazar los frágiles cristales de los primitivos faros por el nuevo y prometedor vidrio, que en la actualidad sigue siendo considerado estándar de calidad en diferentes industrias, incluyendo, claro está, a la del automóvil.
Gracias a la producción en masa de cilindros para lámparas, el pequeño laboratorio especializado de Schott en Jena, cuna de la óptica alemana, se transformó en pocos años en una empresa industrial, que en la actualidad es un consorcio internacional con más de 17.000 colaboradores y fábricas, y oficinas en más de 40 países. Produce una amplia gama de vidrios especiales para los automóviles, incluyendo fibras ópticas de vidrio de máxima pureza para los sistemas de transmisión de datos en los modernos automóviles, así como diodos luminosos LED y variados sensores electrónicos que contienen una base de un vidrio especial, además de células solares para los techos que generan energía eléctrica.
Otto Schott prosiguió sus trabajos de investigación de manera incansable, e ideó nuevos y avanzados métodos de producción del vidrio óptico.
William E. S. Turner, antiguo titular inglés de la Comisión Internacional del Vidrio, declaró que “en la historia de la fabricación del vidrio, un nombre siempre brillará: Otto Schott”.
Los bulbos para lámparas halógenas de unidades de faros actuales para automóviles, así como para las ampollas de las lámparas de descarga de gas (xenón), son producidos por Schott con vidrio de borosilicato con contenido de óxido de circonio y óxido de litio, que les confieren una alta resistencia a los choques térmicos y químicos, siempre tomando como base las ideas de ese gran investigador e industrial, que falleció en Jena el 27 de agosto de 1935, dejando un legado muy valioso para las generaciones de químicos e ingenieros.