Descendiente de inmigrantes vascos, Horacio Anasagasti nació en Buenos Aires el 18 de julio de 1879. Desde pequeño, por formar parte de una familia acaudalada, tuvo contacto con los primeros automóviles que llegaron a nuestro país, y a sus 23 años se recibió de ingeniero en la UBA.
No demoró en viajar a Europa para conocer más acerca de la floreciente industria automotriz que soñaba con traer a nuestro país. Al regresar a estas tierras finiquitó varios de sus negocios y abocó todos sus esfuerzos a dar vida a su propia tarea: crear el primer auto argentino. Hubo antecedentes, pero eran unidades únicas, artesanales.
El valor de este ingeniero –cuya fábrica estaba en el cruce de las actuales Av. Del Libertador y Bulnes– fue sistematizar la construcción. Ford presentó su Modelo T en 1908, armado en serie. Algunos años después, en Buenos Aires hubo un engranaje muy parecido.
No era una línea de montaje como tal, pero logró construir 50 modelos entre 1910 y 1915 con un mecanismo similar, dejando la artesanía total de lado. Aunque esto parezca contraproducente para la industria local, Anasagasti fue uno de los innovadores fabriles más importantes del siglo pasado, y un férreo defensor de los derechos laborales: por ejemplo, sus empleados cumplían una jornada laboral de ocho horas, cuando eso, hace más de cien años, no era algo común.
El Anasagasti tenía piezas importadas (como parte de la experiencia adquirida en su viaje por Europa), pero su gran sueño era reemplazarlas por nacionales. El motor, francés, era un Ballot de 12 HP que le permitía alcanzar unos 50 km/h.
Conocé la historia del Anasagasti, el primer auto argentino
La carrocería era de construcción local. Costaba 6.000 pesos, pero “Don Horacio”, como reza el tango en su honor, no quiso que nadie se quedara sin su auto y armó un plan de cuotas de 200 pesos por mes. Algunas voces sostienen que esta financiación y el estallido de la Primera Guerra Mundial truncaron los sueños de este nieto de vascos.
En su época de esplendor tuvo más de veinte empleados, pero luego, fiel a sus principios, no quiso que quienes trabajaban para él (casi todos inmigrantes) lo hicieran sin la garantía de poder cobrar por su labor. Antes del cierre de la fábrica se produjo otro hito: el Anasagasti fue el primer auto en exportarse al mundo, ya que el ingeniero mandó algunas unidades a competir a Europa, logrando algunos triunfos que sorprendieron a todos.
Pero, seguramente, no a su creador. Tras búsquedas insaciables, de las cincuenta unidades siguen vigentes dos. El propio Anasagasti donó uno a la Fuerza Aérea de El Palomar. El otro está en el Club de Automóviles Clásicos de San Isidro. Sólo dos. Los suficientes para dar crédito a la leyenda. Horacio Anasagasti murió de un paro cardíaco el 8 de abril de 1932 en San Carlos de Bariloche.