El título de esta nota está inspirado en la ya célebre frase de la canción que la hinchada argentina le dedicaba a Brasil durante el mundial de fútbol en 2014: por entonces, nuestra parcialidad le “refregaba” en la cara a la “torcida” algunos logros futbolísticos del pasado.
Claro está, en estas líneas esa enunciación está modificada en virtud de los sucesos que se fueron dando a conocer en Brasil durante los últimos días: tres automotrices de peso internacional anunciaron importantes desembolsos de dinero para invertir en la modernización de fábricas y desarrollo de nuevas tecnologías en el país vecino.
Indudablemente, la más resonante es la de Stellantis. Este joven pero poderoso grupo automotor que congrega a las marcas de los ex grupo PSA y FCA, que destinará 6.000 millones de dólares para América Latina de aquí a 2030, y si bien no especificó montos para cada país (algo de eso llegaría a la Argentina), se sabe que el mayor porcentaje de esta suma irá a parar a Brasil, donde la compañía instalará nuevas plataformas híbridas, promete desarrollar productos inéditos y sumar nuevos modelos de negocio.
Otra de las inversiones en tierras brasileñas será la de Toyota, que con 2.000 millones de dólares planea modernizar las líneas de montaje de Sorocaba e Indaiatuba, y dar vida al flamante Yaris Cross, una nueva pick-up con chasis monocasco (tipo Fiat Toro) y renovar además al Corolla Cross.
Por último, la compañía china BYD especialista en la producción de vehículos eléctricos y una de las principales amenazas para Tesla a nivel mundial, anunció que utilizará el predio el predio donde Ford fabricó la EcoSport hasta 2021 en Bahía. Allí desembolsará 3.000 millones de reales para producir tres modelos que ya fueron anunciados (Dolphin, Yuan Plus y Song Plus) y que saldrán a la venta en el país vecino entre fines de este año y comienzos de 2025: a excepción del Song Plus, que es un híbrido, los otros dos son 100 % eléctricos.
Cabe destacar que la meta de BYD es llegar al 70% de componentes locales, incluidas las baterías que serían producidas en otro complejo, y más adelante planea abrir otra planta para camiones y buses.
Mientras la industria automotriz brasileña avanza a paso firme y recibe nuevas inversiones, su equivalente argentina, que alguna vez fue un ejemplo para Brasil, ruega por recibir señales económicas claras y retomar aquel camino de crecimiento que hace muchas décadas supo tener.