Adiós a Federico Kirbus, periodista y amigo

Falleció a los 84 años en Buenos Aires. Fue uno de los decanos del periodismo automotor para, luego, dedicarse al turismo. Conocedor de cada milímetro de la Argentina fue también descubridor de algunos de sus secretos los que contó con su pluma magnífica. Galería de fotos

Redacción Parabrisas

Conversar con Federico Kirbus fue uno de los grandes placeres de mi vida periodística. Podía estar horas oyendo sus logros a bordo de los autos con los que había recorrido cada milímetro de la Argentina. Genial investigador de la época en que para informarse había que leer los diarios e ir a las bibliotecas, manejaba, sin embargo, muy bien internet, lugar al que, afortunadamente, subió muchísimas de sus notas.

“El Alemán”, como lo llamaban, había nacido más cerca, en el partido de Avellaneda, en 1931. Sus padres lo llevaron muy chico a Alemania, donde los sorprendió la Segunda Guerra Mundial. Federico, como muchos chicos, “trabajó” como mensajero llevando datos entre los puestos militares, ya que no era común que apresaran a los niños. Así forjó el carácter aventurero y duro que lo caracterizó.

Gracias al presidente Perón, retornó con la familia a la Argentina en 1948. Un año más tarde empezó su carrera periodística en la revista Velocidad para ayudar a la magra economía de su casa.

Entre los autos conoció a su amor, Marlú, con quien estuvo casado más de medio siglo. Ella había venido de Alemania como intérprete de las suecas Ursula Wirthy Ewy Rosqvist, que llegaron en 1962 a disputar el Gran Premio Standard, donde ganaron ¡embarazadas! Kirbus, muy vinculado con Mercedes-Benz y su amigo, un tal Juan Manuel Fangio, habían inducido a la marca germana para la venida de las corredoras.

Por entonces escribía sobre automovilismo en la revista El Gráfico, desde 1955, cuando había sido convocado para suplantar, ni más ni menos, que al mítico Borocotó. Sus artículos son una muestra de buen gusto pero de gran detalle. No se le escapaba nada y dominaba perfectamente el alemán y el inglés, lo que le permitió cubrir algunas carreras de Fangio en Europa en 1958 (ya había estado trabajando en Alemania tres años antes, donde fue testigo de la masacre de las 24 Horas de Le Mans).

En 1963 cubría la vuelta de Olavarría, donde se mató Juan Gálvez. Ese mismo año dejó la revista, cuando despidieron a su jefe y admirado Dante Panzeri. Kirbus comprendió que venían épocas en donde era más importante, como lo contaba, saber qué whisky iba a estar bebiendo determinado piloto, que la multíplica de los Emiliozzi

Ingresó, entonces, al diario La Prensa, donde por diez años contribuyó con notas de gran desarrollo e investigación sobre autos, pero también aviones, que le apasionaban. Así, en 1971 participó del vuelo experimental Concorde 001 de Buenos Aires a Rio, en poco más de una hora y medio.

Las circunstancias económicas del país lo llevaron a independizarse y escribir notas para diversas publicaciones y libros. Empieza entonces su vasta producción sobre turismo en los lugares más remotos del país. Tenía la ventaja de animarse a manejar por cualquier camino, y en cada pueblo o caserío escuchar a la gente y transmitir, con un impecable uso del idioma castellano, las historias más increíbles. Solo por mencionar dos hitos: a él le debemos el quiebre para que el Tren a las Nubes sea un producto turístico y las primeras notas sobre el Valle de la Luna, junto con otro de sus amigos, el genial fotógrafo Antonio Legarreta.

Entre sus libros merecen destacarse La Primera de las Tres Buenos Aires, con su descubrimiento del sitio de la Buenos Aires de Pedro de Mendoza en Belén de Escobar, y Mágica Ruta 40, la carretera más larga y de variado paisaje de nuestro país. Además, hay que resaltar una gran cantidad de guías turísticas de la Argentina que, en épocas sin internet, se vendieron como pan caliente.

Personalmente lo conocí desde 1996 en que empecé a colaborar en la revista Aire y Sol, donde él escribía de turismo. Cuando cerró en el 2001 seguí frecuentando su casa y gozando de sus magníficas charlas. Entre otras cosas me enseñó que cada nota debe tener un fuerte respaldo de investigación, que de cada tema central se pueden desplegar pequeños temas para otras notas, que luego serán centrales y, específicamente, que de cada pequeño pueblo puede escribirse una gran historia. Durante varios años redactamos juntos más de cuatrocientas notas para el portal de una famosa nafta nacional, tarea donde me mostró que no se puede ser periodista sin ser un curioso irrefrenable.

Le gustaba mucho que corrigiera sus notas, siempre y cuando se lo fundamentara. No tenía hijos, pero sí muchos “sobrinos”, es decir, jóvenes que adoptaba como familiares para ayudarlos en sus carreras universitarias o en sus viajes por el país. Fue muy amigo de sus amigos. El cigarrillo era una de sus debilidades y la diabetes comenzó a comprometer su salud de toro. Para colmo, en 2013, falleció su compañera de siempre y no lo pudo superar.

Organizó todo para su muerte, como, por caso la donación de su biblioteca y algunos elementos de trabajo antiguos para una entidad vinculada con el turismo. Un día dejó de comer y se quedó para siempre en cama. Solo, gracias a la insistencia de su amigo Federico Wyss, supervisó un libro inédito sobre Buenos Aires para el que me encargó gran parte de los textos.

El 12 de diciembre de 2015 falleció convencido de que había muerto dos años atrás. Dejó muchos textos, incluso autobiográficos. Un grupo de Face propone desde hace mucho que la Ruta 40 se llame Federico Kirbus. Propongo también que el 14 de octubre, día de su nacimiento, sea designado Día del Periodista de Turismo. No le gustaban los homenajes, pero se lo merece.

Néstor Saavedra

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