El día a día, la implacable rutina que no se detiene y las largas jornadas de trabajo en muchas ocasiones nublan nuestros pensamientos y fundamentalmente nuestra capacidad para ver y analizar. La necesidad de hacer nos lleva a perder esa curiosidad tan típica en los infantes.
¿Qué maleficio nos trae esto?
En principio, no ver implica no valorar, y ello tiene muchas contras.
Por ejemplo: el común de los lectores posiblemente no sepa la inmensa cantidad de aluminio que necesitó su vehículo para ser construido. Y no hablamos exclusivamente de autos de alta gama, sino de prácticamente todos los que circulan por las calles.
Las mordazas de freno, las parrillas de suspensión, las llantas, la tapa de cilindros, posiblemente algún panel de la carrocería, y un larguísimo etcétera forman parte de una extensa lista de elementos fabricados en alguna aleación de aluminio.
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Todas estas piezas, que podrían ser fácilmente constituidas con otros materiales, son fabricadas en aluminio porque el mismo tiene cualidades muy valoradas en la industria del automóvil. Las dos características más salientes de este material son: la capacidad que tiene para disipar el calor de forma efectiva y el bajo peso en relación a su resistencia.
Si a esto sumamos un valor de adquisición relativamente bajo, nos daremos cuenta de que estamos frente a un material que presenta muchas ventajas y pocas contras.
Este último atributo se lo debemos agradecer a Hall y Héroult, quienes allá por el año 1886 descubrieron un proceso en el cual se obtiene el aluminio de forma rápida y económica. Antes de ellos, este material era realmente muy costoso y difícil de adquirir.
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Gastar palabras intentando explicar el proceso químico en cuestión no tiene mucho sentido, ya que se tornaría engorrosa la lectura por la complejidad de la misma. La historia de estos dos hombres, en cambio, llamará la atención hasta del más instruido.
Tanto Charles Martin Hall como Paul Héroult nacieron en el año 1863, ambos realizaron su fantástico descubrimiento en 1886 y los dos murieron tempranamente en 1914.
No estamos hablando de siameses con apellidos cambiados, aunque lo parezca, ni siquiera eran mellizos. Hall era oriundo de los Estados Unidos y Héroult francés, nunca se conocieron, pero increíblemente descubrieron lo mismo de forma casi simultánea.
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De allí que el proceso que hicieron posible en aquel entonces (que se sigue usando hasta la actualidad para hacer aluminio de forma masiva) se llama “Proceso Hall-Héroult”.
¿Quién fue el primero?
Eso no se sabe con exactitud, pero lo que si podemos afirmar es que aquel descubrimiento modifico nuestra vida diaria de forma rotunda y los beneficios que acarreo, los seguimos disfrutando hasta el día de hoy.