Hacia el auto volador

Los nuevos (o no tan nuevos) proyectos de autos voladores se insinúan como soluciones para esquivar el tránsito pesado. Fotogalería. Galería de fotos

Redacción Parabrisas

El sueño del auto volador es sorprendentemente viejo: hace 100 años, cuando se fundaban algunas de las grandes automotrices actuales, se presentó un prototipo. “En 1911 fue exhibido en París y en 1912 pasó las primeras pruebas”, relata John Brown, redactor jefe del Roadable Times.

También en la actualidad los inventores trabajan en un híbrido entre automóvil y avión. Brown, nacido en Australia, es director de proyectos en la firma alemana Carplane y persigue ese objetivo desde hace años. Pero el hecho de que no exista ninguno que haya llegado al mercado tiene sus razones.

Es cierto que se pueden comprar artilugios voladores, como el británico Skycar, del empresario Gilo Cardozo, y también el Maverick, del estadounidense Steve Saint. Pero estos inventos son, según Brown, “o bien Buggys con un parapente o bien aviones a los que se les añaden ruedas para la ruta”.

El Carplane llegará al mercado no antes de 2015, pero Brown está convencido de haber resuelto los principales problemas con los que se enfrentan, en general, los ingenieros. Uno de ellos es, por ejemplo, la forma de repartir el peso.

También se necesita un mecanismo que regule el despegue y el aterrizaje: cuando el vehículo funcione como automóvil tiene que ser capaz de quedarse en tierra, incluso a altas velocidades, algo que según Brown consigue el Carplane, de 7,60 metros de largo y dos asientos.

Para funcionar usa un motor Subaru de 130 CV, que en el aire permite una velocidad máxima de unos 220 km/h y en tierra 176 km/h. Las alas se ubican en el techo y se despliegan como si fuesen las de un insecto.

El principal competidor de Carplane, el Terrafugia, se encuentra algo más avanzado. La firma, creada en 2006 por un grupo de pilotos e ingenieros de vuelo en Massachusetts, Estados Unidos, fijó el precio de su modelo volador The Transition en 279.000 dólares. Su propuesta también es un modelo biplaza con alas plegables que se asemeja mucho a un avión deportivo y que alcanza un máximo de 185 km/h en el aire y 105 km/h en el asfalto.

Los autos voladores deben ser capaces también de circular por las carreteras actuales. Para quien recorra a menudo entre 350 y 1.200 kilómetros por trabajo, el Carplane podría resultar la opción más económica.

La idea lleva muchos años en la mente de los ingenieros: desde hace 50 años Paul Moller, fundador de Moller International, investiga para crear un auto volador. Pero incluso su proyecto más nuevo no ha pasado del prototipo y no puede pensarse en una producción en serie antes de 2014.

El Skycar, de Moller International, que cuenta con cuatro motores, tendrá espacio para cuatro pasajeros, despegará y aterrizará como un helicóptero y llegará a la velocidad de un jet comercial, más de 600 km/h. Con el tanque lleno, sus creadores aspiran a que recorra hasta 1.200 kilómetros.

Como alternativa, Moller también trabaja en un diseño llamado Autovolantor, inspirado en el Ferrari 599 GTB. Se trata de un híbrido en doble sentido: para permitir su funcionamiento en tierra y en el aire se utilizan tanto rotores como motores eléctricos con una fuerza conjunta de 800 caballos. En medio de una congestión de tránsito puede alzarse en el aire y continuar el viaje en otra calle menos concurrida. Si algún día llega al mercado, será un vehículo bastante caro.

Estados Unidos es, por mucho, el país donde se trabaja de forma más intensa en el desarrollo de vehículos voladores (en inglés, roadable aircrafts o MMV, Multi-Mode-Vehicle). Otra empresa dedicada a ello es Milner Motors, que en 2008 exhibió un prototipo del AirCar, de cuatro plazas.

Viene de Europa, en cambio, el PAL-V, vehículo volador de la compañía holandesa PAL-V Europe BV que parece una moto de tres ruedas. Un rotor principal sobre el techo permite que se eleve y avanza gracias a un propulsor en la parte trasera. Su salida al mercado será posible en dos a tres años. Quedan cuestiones pendientes, como el permiso de conducir para estos vehículos, la regulación del espacio aéreo y los grandes riesgos de seguridad.

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