Fue la primera vez que en Le Mans, en el circuito de la Sarthe y en su edición número 80, se veían en la grilla de partida autos híbridos. Toda una apuesta y todo un interrogante en la cita más antigua (comenzó en 1923) y más exigente de resistencia del mundo. Sin embargo, cuando la mítica carrera terminó, una nueva página se abría en la historia del automovilismo mundial: venía de ganar el Audi R18 e-tron Quattro, equipado con el Williams Hybrid Power’s (WHP), un innovador sistema tecnológico eléctrico, conducido por el suizo Marcel Fässler, el alemán André Lotterer y el francés Benoît Tréluyer (triunfadores también el año pasado).
Una victoria de punta a punta, con una sola concesión al liderazgo, y por pocas vueltas, durante la noche del sábado. Y también el segundo puesto estaba reservado a un vehículo con la misma tecnología (con el británico Alan McNish, el italiano Rinaldo Capello y el danés Tom Kristensen), mientras que el tercero era otro Audi… pero “normal”: el R18 Ultra TDI, con el británico Oliver Jarvis, el italiano Marco Bonanomi y el alemán Mike Rockenfeller al volante. Lo que se dice copar el podio.
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