Así probábamos el Rastrojero

En su variante NP62 con motor Diesel de familia Borgward, recordamos el test de la mítica pick-up o simplemente un "mini camión". La prueba de manejo corresponde a la edición de febrero de 1964. Galería de fotos

Redacción Parabrisas

Cuando devolvimos el Rastrojero nos dio la sensación de despedir a un amigo. No será hermoso, pero es noble económico e incansable.

Rastrojero en mano, empresa fletera en ciernes. Pero no lo crean ... Inmediato a la entrega de la unidad hubo un simposio de testers en el cual se resolvió desoír cordialmente la tendenciosa alevosía de cuantos sugirieron la creación de "Parabrisas Flet".

El camioncito que nos correspondió fue retirado de línea en Córdoba y traído especialmente a Buenos Aires por lo que lo recibimos con el ablande incompleto. Esto motivó la prolongación del "téte a téte" durante unos días y postergó hasta la finalización del rodaje, la intrépida curiosidad que examinaría a la pick up probablemente mas popular del país.

Al Rastrojero parece no preocuparle el hecho de ser -en su tipo- el vehículo menos potente. Que a la vez sea el menos caro, tampoco demuestra menoscabarlo. A todas luces, éste es un vehículo que se mide por la capacidad de carga, por el consumo, por la nobleza, por el "cachet" de buen amigo y por la contundencia de su fidelidad.

Rastrojero

Aparentemente, DINFIA no ambiciona absorber el mercado que compra una "chatita" para trabajar en  la semana y pasear con la familia el domingo. De ahí que se haya subordinado el confort de alta escuela a lo estrictamente imprescindible para que el rodado funcione. Por otra parte, puede asegurarse, como idea general, que el Rastrojero es un camión con todos sus atributos y todas sus características, cosa que de hecho desvirtúa su dualidad y confirma la orientación netamente utilitaria -de bajo costo operativo- que se le confirió desde el tablero de dibujo.

Primeras impresiones

Quien se sienta por primera vez a un Rastrojero, cosecha una serie de nuevas utilísimas experiencias. Los brazos tensos, las piernas estiradas y la buena distancia a los mandos puede suponer un presunto deportivismo. 

Pero nada de eso. En primer termino, el asiento -que es un ángulo recto-, y luego, su altura al piso del coche -para nuestro gusto demasiada-, conspiran contra la longevidad del piloto. A esto se suma la carencia de elementos reguladores de distancias, cosa que remediaría el problema de la fatiga en relación al cuadrado del tiempo que se lleve manejando.

El volante tiene tres rayos. Tanto su diámetro como su espesor no dieron al equipo motivo de quejas, y durante la marcha en línea recta permitió el fácil abordaje a los instrumentos del tablero. La consulta es fácil y precisa.

La exactitud nos dejó en el camino si una gota de gas - oil, con la aguja marcando un cuarto de tanque (¡Si, je... je... ¡Purgamos la bomba!...).

Aparte del velocímetro, equipan al Rastrojero tres medidores de aguja (¡oh!); el testigo del nivel del tanque, el manómetro de aceite y el medidor de temperatura, aparato llamado termómetro en las Antípodas Septentrionales. Manteniendo uno de las modernas costumbres que los fabricantes modernos han apresado vigorosamente, el amperímetro es una luz testigo.

Las ventanillas carecen de ventiletes y el accionamiento nos resultó algo impreciso y dificultoso. Vibran durante la marcha. Además, sólo cuando están cerradas por completo pasan inadvertidas.

Rastrojero

Los arranques fueron indefectiblemente instantáneos, y a lo largo de toda la prueba no tuvimos problemas de recalentamiento ni de falta de presión de aceite, aún habiendo circulado con menos líquidos de lo aconsejado por todo tipo de camino.

Se nos ocurre que el motor es responsable en gran medida de la grata sensación que nos dejó el camioncito. Eso, muy a pesar de las exquisitas observaciones que se le puedan hacer.

El área de puntos no visibles es cruelmente generosa. La falta de un espejo interior, la imposibilidad de regular el externo y el diseño de los garantes de la cabina, dificultan notablemente la comodidad de la maniobra, sobre todo cuando se gira a la izquierda.

Durante la marcha atrás, sucede más o menos lo mismo. Poca luneta y mucha chapa. Por el espejo: ¡Que lindo es el pino Brasil de la caja!. No hay intermitentes de giro.

La palanca de cambios esta ubicada debajo del volante. Moverla fue emocionante. Probablemente hayan sido deficiencias en el varillaje propios de nuestra unidad. Quizá alguna imprecisión de los movimientos selectores, pero lo cierto es que la gimnasia fue muchas veces más de la proyectada.

Las luces de ruta son potentes y bien dirigidas. Se comandan desde la llave de "contacto". Esta, en su primera posición, cierra solamente el circuito precalentador. En la segunda, aparte, libra energía a las luces de posición, y en la tercera, a las largas. El cambio de alta - baja se efectúa desde un botón comandado por el pie izquierdo. La ubicación del botón es bastante cómoda.

El limpiaparabrisas -dos escobillas-, con su cadencia de 46 barridas por minuto, ofrecen un buen margen de seguridad, siempre que la velocidad del vehículo no sea demasiada. Limpian buena parte de la superficie de los vidrios planos y el motorcito eléctrico es incansable.

Rastrojero

Un detalle: la goma de auxilio fue ubicada entre los largueros del chasis y bajo la caja de carga, pudiéndosela retirar quitando simplemente un seguro roscado. Al día de tener la unidad, un alma caritativa nos alivió de la 6.00 x 16 para auxilio. Cadena y candado fueron el remedio posterior. En suma: como viene de fábrica, la goma de recambio es una golosina demasiado tentadora.

Durante la marcha

Tres personas caben perfectamente en la cabina del Rastrojero. Eso de ir cuatro es más o menos discutible. La aceleración es suave, poco impresionante pero efectiva. El Rastrojero no tiene nada que envidiar a nadie, cuando se trata de circular en la ciudad, a lo cual contribuyen bastante las relaciones de la caja. Primera corta, segunda corta y pegada a la primera. 

Luego un salto a la tercera y en seguidita no mas, la directa, con muy poca diferencia respecto a la anterior.

Observamos que eso de utilizar dos velocidades tractoras, y dos relativamente largas es ideal para vehículo de carga con la característica del Rastrojero. Cuando se circula descargado, los deseos de tener una segunda más larga son mas que vivos, pero considerando que esa no es la condición normal de marcha, no tenemos nada que oponer a la selección de los técnicos de DINFIA

Siempre hay buenos frenos sin cansancio ni desvanecimiento. Probablemente haya que estar vigilando todos los días la regulación de los patines a medida que se suman los kilómetros de uso, pero la impresión que nos dejó la deceleración del Rastrojero es óptima. Incluso, cargado, el camioncito frena dócil y rápidamente, sin bloqueos ni desvíos.

Que no bloqueara cuando lo usamos descargado, nos hizo abrigar dudas terroríficas considerada la posibilidad de pararlo fuerte con 400 o 500 Kilos encima. Pero estuvo visto que no. Lógicamente, las distancias no fueron las mismas, ni exacta la cantidad de pedal requerida. Sin embargo freno muy bien.

Rastrojero

Lo que se perdió en suavidad de dirección fue ganado en comodidad de maniobra. Pocas vueltas de volante -tres y media- evitan que se agraven las condiciones de comodidad Claro, el radio de giro no es lo que se dice pequeño, pero con paciencia y buena voluntad puede estacionárselo y retirárselo del estacionamiento en forma rápida. Después de todo, el Rastrojero no es tan grande como parece y se cuela maravillosamente por los intersticios del tránsito. El rediseño del tren delantero aumentó el ángulo de giro de las ruedas y, naturalmente esto contribuyó a conseguir buena "penetración" a cualquier velocidad.

Nuestras experiencias ruteras con el Rastrojero fueron, por cierto, alentadoras. Cuando nos dijeron en DINFIA -aceptamos una gentil invitación a visitar la planta en Córdoba- que crucereaba a 90 Km/h, ¡hum!. Pero en realidad fue así, e incluso se quedaron un poco cortos. Por supuesto nos referimos a la unidad descargada y a los km/h leídos en el velocímetro, pero no por ello dejó de ser una grata sorpresa.

Excepto la fatiga que produce la forma del asiento, no hallamos grandes objeciones que hacerle al Rastrojero durante nuestro viaje de ruta. Eso de pasar camiones que viajan a 80 Km/h  con solo 10 o 15 kilómetros de más, es un problema frecuente para los vehículos no veloces. Por lo tanto, la adopción de previsiones es impostergable; tomar buena distancia, asegurarse que el camino este libre, considerar la poca reacción característica de los motores Diesel, etc.

Además, hay que tener en cuenta que a esas velocidades es bien poca la reserva de potencia que puede quedarle al Rastrojero, pero es muy probable que el usuario habitual no circule a la velocidad que nosotros, y por ende, no tenga que resolver situaciones de ese tipo.

En las sinuosidades no es muy rápido, pero entretiene. Una escueta recomendación en el "Manual del dueño" aconseja no dejar caer de vueltas al motor. Nosotros nos encargamos de asegurar la tranquilidad espiritual de DINFIA manteniendo buenos regímenes durante todo el viaje, y esto, lejos de ser un materialismo sin objeto, nos parece una práctica muy recomendable para asegurar la salud y la longevidad del noble motorcito.

¿Y en la lluvia? Muy bien en lo que respecta a tenida, siempre dentro de un límite lógico de prudencia. Ídem para el frenaje. Lo mismo en cuanto a visibilidad. Pero los guardabarros ... ¡Oh los guardabarros! Están muy separados de las ruedas -nos referimos a las delanteras- y no detienen el agua sucia despedida por los neumáticos. Con la ayuda de un buen viento lateral, es muy fácil que ese agua se cuele dentro de la cabina. ¡ A cerrar los vidrios entonces !... ¿Pero quién ve hacia el costado? . Misterio.

Rastrojero

Otra: el capot se abre de adelante hacia atrás y las sujeciones son elásticas. Un camión que venga de frente, un poco de viento en contra, un pequeño salto, y la tapa da toda la sensación de abrirse Lógicamente se vuelve a cerrar, o mejor dicho, retorna a su posición normal, pero, ¿quien se libra del susto?. Nosotros pesamos varias veces en un par de resortes mas duros.

Trepa bien. No muy fuerte, pero con firmeza. Mucha segunda, mucha tercera y nada de cuarta. En las subidas se agradecen innumerables veces las cuatro marchas sincronizadas, y el hecho de tener que "remar" como un doble par sin timonel no nos disgustó en absoluto. Eso si; doble embrague para arriba y para abajo (nosotros y los varillajes...) Al margen de la efectividad de los frenos, resulta muy conveniente ayudarlos con la caja.

Conclusiones

No hay autos malos. Ni siquiera peores que otros. Todo lo que se le pueda reprochar al Rastrojero, tiene a nuestro juicio, una solución casera de cómodo acceso y escasísimo costo, que compensa con holgura la nobleza del motor y la robustez del vehículo. Si habría que definirlo con una palabra esta seria; irrompible.

Gasta como un encendedor, carga como el que mas (500 Kg), cuesta poco. Además, esta hecho para el transporte de cargas exclusivamente y para la distancia corta. ¿Tenemos entonces derecho a pedir asientos reclinables, calefacción o levantavidrios eléctricos?. No. Lo que pasa es que nosotros somos muy exigentes.

Su línea recuerda con alguna exactitud algunos vehículos militares; lo que, para el tipo de trabajo que se asignará a un Rastrojero, es una buena recomendación, ya que supone facilidad de construcción y reparación mediante la ausencia de curvas dobles, que son las que cuestan plata cuando se va al chapista.

OTROS DATOS

Motor: 1.8 con cuatro cilindros en línea y 42 HP

Transmisión: Manual de cuatro marchas

Velocidad máxima: 102,4 km/h

Aceleración 0-90 km/h: 40,2 segundos

Distancia de frenado a 90 km/h: 43 metros

Consumo en ruta: 13,2 km/l

Consumo en ciudad: 13,8 km/l

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