Ya está finalizando la temporada de vacaciones estivales y suele ser el momento apropiado para pensar en todo lo que ha ocurrido en materia de seguridad vial. Es muy pronto todavía para tener estadísticas concretas, pero daría la sensación de que disminuyó un poco la cantidad de accidentes en las rutas más transitadas, aunque, de alguna manera, se produjo un contrasentido. Si bien puede ser que el número de accidentes haya sido menor, no puede obviarse la especial gravedad que tuvieron muchos de ellos que acarrearon terribles consecuencias. Resulta doloroso que, luego, en las estadísticas, todo aparece fríamente y, a veces, cuesta entender los verdaderos motivos de esas desgracias.
Como ya hemos dicho muchas veces, lejos estamos de entender que los accidentes de tránsito sean “inevitables”, como de alguna manera ciertas personas prefieren interpretarlos. Trabajamos mucho junto a los conductores para que asuman su tarea con la convicción de que tienen la posibilidad de disminuir la posibilidad de que les ocurra “lo inevitable”.
De acuerdo con lo que informaron las noticias, algunos de los accidentes más dolorosos fueron choques frontales, vuelcos y cruzamientos a la mano contraria. Estas tres son, generalmente, las situaciones que terminan en accidentes muy feos. Además, este año hubo varias tragedias generadas en una situación que también suele conllevar graves consecuencias: los choques sobre la misma mano de circulación y en el mismo sentido, es decir, vehículos que atropellan a otros que circulan sobre su mismo camino. Por lo general estos casos ocurrían cuando algún motivo anormal (niebla, quema de pastizales, lluvias muy intensas, etc.) producía una sorpresiva pérdida de visión hacia adelante y los vehículos se encontraban de repente con otra unidad detenida. Pero, aparentemente, este año hubo accidentes en los que no se presentaron ninguna de estas causas, con lo que se hace más difícil establecer los motivos. Parece interesante, entonces, analizar distintos motivos que pueden producir estos hechos.
Al mismo ritmo
Una de las probabilidades, si el choque acaece de noche, es el estado deficiente de las luces de algún vehículo que impide que el tránsito que se aproxime se entere de su presencia. Puede ocurrir también que algún vehículo ingrese a la ruta desde algún cruce o camino lateral zonal muy lentamente sin tener en cuenta la alta velocidad del tránsito que se aproxima.
Pero también se producen hechos por la diferencia de velocidad entre vehículos en condiciones normales, especialmente en las rutas de doble circulación, hecho que origina situaciones muy peligrosas porque, de pronto, cuando se desencadena el problema, todas las opciones son malas. Hacia la izquierda: choque frontal, hacia la derecha: salida de camino a alta velocidad, y sobre la misma mano: choque violento con el vehículo que está sobre la ruta. Lo que debemos notar es que todo comienza por las distintas velocidades.
Por eso entendemos que los conductores deben ir bien atentos a las distintas velocidades de circulación de los demás vehículos, y estar dispuestos a aceptarlas y proceder adecuadamente en lugar de perder tiempo en “sentir” que el otro debe corregir lo que está haciendo.
Es sabido que los conductores, en general, tienen la convicción de que su ritmo de marcha es el adecuado. Por lo tanto, los que están fuera de esa cadencia les provocan una incomodidad que los hace perder tiempo en ejecutar la reacción más conveniente.
También se ha comprobado que, generalmente, el organismo de los conductores adapta sus reflejos a la velocidad de marcha. Quienes circulan a baja velocidad tendrán reacciones de manejo más lentas en comparación con los que hagan lo contrario. Por consiguiente, en el inicio del problema, independientemente de las sensaciones, cada cual hará todas las maniobras a su ritmo, el que les parece que es el correcto.
Es muy útil comprender y aceptar estas realidades, ya que puede evitar llegar a la situación complicada al tomar más rápidamente decisiones preventivas ante cualquier evento inesperado.
En muchos casos, estos eventos tan dramáticos comienzan con un simple error de cálculo o una actitud no adecuada en relación con el resto del tránsito. Considerar las diferentes velocidades de circulación puede evitar que se realice una maniobra incorrecta al ingresar a un camino, cambiar de carril o intentar un sobrepaso. También, incorporar el hábito de observar todo lo que ocurre en la ruta muy adelante puede permitir descubrir a tiempo cualquier situación que impida avanzar normalmente y, en ese caso, comenzar de inmediato la reducción de velocidad.
Por otra parte, es fácil notar que, si se circula dentro de la velocidad promedio del tránsito, todas las aproximaciones se producen con más tiempo para resolver. Circular muy por debajo o por encima de ese ritmo hace que los conductores estén permanentemente enfrentando situaciones de mayor tensión que pueden complicarse. Esto es válido tanto para las rutas de doble circulación como para las autopistas. Por eso, en algunos países se respetan tanto la velocidad máxima como la mínima establecida para cada caso y, en general, esa diferencia no suele ser mayor al 15/20 % entre ambos extremos.
El concepto que prevalece en esos casos es que los vehículos de todos los tamaños, y sus conductores, tienen que estar acordes con la velocidad promedio de los caminos a los que ingresan. Y aunque lo más frecuente es que se castigan los casos de exceso de velocidad, también son sancionados los que circulan despacio y, en ocasiones, se les sugiere utilizar otras alternativas de caminos. Estos controles y sanciones solo procuran mejorar las condiciones de seguridad de todo el conjunto de vehículos que circula por ese lugar.
Con todas las luces
Por los mismos motivos, y pensando en la noche, también sería bueno conseguir que las personas entiendan la importancia de que su vehículo tenga todas las luces en perfectas condiciones, especialmente para que sea visto por los demás y pueda hacer las señales correspondientes cuando lo necesite Todavía se ven muchas fallas en este sentido, aun en vehículos modernos y, lo que es peor, en unidades de gran porte.
Hay que entender que no se trata solo de evitar posibles multas y, como hay pocos controles, puede desatenderse el problema de alguna lámpara quemada o algún tramo de instalación defectuosa. Es un tema que influye directamente en la seguridad de todos.
En síntesis, creemos que realmente cada conductor, que es el responsable de su vehículo, puede tomar decisiones y tener actitudes que mejoren mucho la seguridad en varios aspectos. Ojalá sean cada vez más los que lo apliquen y cada vez menos las situaciones para lamentar.