Cuando la pasión se transforma en arte

Sus obras cotizan en dólares y se exhiben en las mejores galerías del mundo. La mayoría mantiene un perfil tan bajo, que cuesta ubicarlos. Dibujan desde chicos pero, por sobre todo, los une una misma pasión: el mundo de los autos. En esta nota, el testimonio de cuatro referentes locales del arte sobre ruedas. Galería de fotos

Por María Ezcurra

Daniel Sonzini tiene 57 años, es publicista y dibuja desde que tiene uso de razón. Su fanatismo comenzó cuando su padre, José Rubén, lo llevó por primera vez a ver Turismo de Carretera, “cuando se corría en ruta y los asados comenzaban a las ocho de la mañana”, recuerda mientras enciende un cigarrillo tras otro.

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Daniel Sonzini, iluminado por la gloria, Torino 380 w 84 horas de Nüburgring.

Fanático de Chevrolet, asegura que en el garaje de su casa “nunca hubo un óvalo; te puedo llegar a negociar un Dodge, pero hasta ahí”. Forma parte de un grupo denominado Fuel Art que no sólo pinta y expone, sino que fomenta el arte automovilístico en todas sus facetas.

Algunas de las obras de Sonzini se exhiben en el Museo Juan Manuel Fangio de Balcarce, pero algo que lo enorgullece es que una de ellas cuelga en las Torres Petronas de Kualalumpur.

Parabrisas - ¿Cómo llegó esa obra a Malasia?

Daniel Sonzini - Se la llevó el CEO de Petronas. Se la vendí a Petronas Argentina hace cuatro años, por una cifra interesante, más las regalías. La pintura era para un producto de refrigeración de motores que se lanzaba acá. Entonces me pidieron que hiciera un Mercedes de Fórmula 1. El cuadro tuvo que ir a Alemania varias veces. Primero, el boceto a lápiz, que les encantó, y ahí arranqué.

P - ¿Cómo empezaste en esto?

DS - Laburaba en agencias de publicidad y me llamaban para atender las cuentas de empresas automotrices como Nissan, Volkswagen, Audi, Fiat, Toyota... Iba a VW cuando no existía la cámara digital, o tal vez ya existía, pero había que ponerle pilas y sacabas tres fotos y se te acababan las pilas. Entonces me iba a la planta con un block, traían un auto, por ejemplo un Golf, y yo lo dibujaba; es decir, me llamaban porque sabía dibujar autos.

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"Vuelta triunfal" Juan Manuel Fangio (Maserati 250 F - GP de Mónaco 1957): Sonzini

P - Esto que era un hobby, con el tiempo se transformó en su actividad profesional…

DS - Así es. A pesar de haber estudiado Bellas Artes, mi campo de desarrollo fue el negocio de la publicidad. Por eso mantuve por un tiempo esta gran pasión en un segundo plano. Hoy prefiero pintar autos especialmente de las décadas del ‘40 y del ‘50. Lo que más me gusta es la F.1 de antes. Yo hago de todo: pluma, lápiz, acrílico, y ahora mucho óleo, que me encanta porque es como volver a los orígenes. Por otro lado, tengo que decir que, a nivel mundial, en este rubro sobresale Alfredo de la María. Es el número uno. Tiene esa cosa clásica, renacentista... Ves los cuadros de Alfredo y parecen oro.

P - Aunque sin dudas mucho le interesa a un autor exponerlas para que sean conocidas, ¿cuáles son los valores que alcanzan este tipo de obras?

DS - Las más económicas rondan los 20.000 pesos, como en el caso de algún dibujo en lápiz, pero otros trabajos –como una pintura al óleo– pueden llegar a cotizarse entre 25.000 y 30.000 dólares, y a veces más. Desde luego, todo depende del autor y del tipo de pedido. Son cifras importantes...

P - ¿Por qué alguien está dispuesto a pagar miles de dólares por el cuadro de un automóvil?

DS - Son personas fanáticas de los autos. Uno me dijo: “Mirá Dani, estuve en Estados Unidos y compré tres autos, aunque no son de las décadas que te gustan a vos”. Entonces le pedí que me mandara fotos. El hombre había comprado un Ford Mustang nuevo, edición limitada, color hueso; un Dodge Charger como el de los Dukes de Hazzard, y un Chevrolet Camaro. Estos tipos necesitan tener su auto, y además el cuadro de su auto. Digamos que lo compran y después lo pintan.

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Taller mecánico Chivos, realizado en conjunto entre Ángel y Rafael Varela.

En familia

El caso de “los Varela” es el de una familia de pintores argentinos. El padre, Ángel, de 77 años, y el hijo, Rafael, de 52, se han especializado en el arte automotor, comparten un atelier en el barrio porteño de Caballito y, por supuesto, se acompañan en las exposiciones. Sin embargo, no es el padre quien inspiró al hijo, sino al revés.

Parabrisas - ¿Qué es lo que más le gusta pintar?

Ángel Varela - Ferraris.

P - ¿Algún modelo en especial?

AV - No. Todos. Aunque además soy fanático de Torino.

P - ¿Pintan juntos?

AV - Tenemos algunas pocas obras compartidas, pero no pintamos juntos. Yo pinto en casa; él lo hace en su estudio. Eso sí, estamos juntos en todas las exposiciones del país. Soy marino, siempre me gustó la pintura, pero nunca me había dedicado. Cuando me jubilé y me retiré de los barcos, allá por 1996, empecé a acompañar a Rafael a los concursos, a los salones de exposiciones, y ahí me picó el bichito de la pintura.

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Rafael Varela. Nocturno, Porsche 917, Le Mans 1970.

P - ¿Coinciden en los estilos?

AV – No, tenemos estilos diferentes. Yo soy más clásico y él más contemporáneo, más moderno.

Rafael Varela, el hijo, siguió la carrera de Diseño Industrial en la Universidad de Buenos Aires. Una vez graduado, su camino profesional quiso que diseñara zapatillas deportivas para la marca Topper. Entre los años 2002 y 2003 hizo una maestría en diseño de autos en el Instituto Europeo de Diseño, en Torino, Italia, época en la que vendió su primer dibujo a la revista inglesa Classic Cars. Y hoy día vive exclusivamente de la pintura.

Parabrisas - ¿Cómo fueron sus inicios?

Rafael Varela - Siempre me gustaron los autos y empecé a hacer esto como hobby. Elegí esa carrera porque me gustaban los autos, los camiones, todo lo que tuviera ruedas. Tuve la suerte de hacer una pasantía en Alfa Romeo, en Italia. Ahí estuve dos años y medio. Y después hice tres pasantías en Fiat. Y de pronto, estando allá, empecé a pintar. Cuando tenía tiempo, los fines de semana, dibujaba autos italianos que no conocía, clásicos de los años ‘50 y ‘60. Allá hay muchos más encuentros de autos clásicos, más clubes de coleccionistas. Dibujaba Alfa Romeo, Lancia, Fiat antiguos, modelos que acá no se conocen mucho.

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Ángel Varela, Óxido y brillo, Ferrari 550 Barchetta.

P - ¿Asiste a muchos de esos encuentros?

RV - Todos los años voy a Rétromobile, en París, la versión francesa de Autoclásica, y también me sumo a la cita anual de las Mil Millas, competencia de autos clásicos que se realiza en Bariloche, haciendo base en el hotel Llao Llao, donde expongo mis cuadros.

P - ¿En cuánto se cotizan?

RV - Hay piezas que se venden a un valor promedio de 3.000 dólares, según sea original o copia. Pero un buen cuadro puede salir unos cuantos dólares más. Sin embargo, en la Argentina es más difícil vender a precios internacionales.

P - ¿Cuál es el perfil de su comprador?

RV - Son dueños de autos de altísima gama. Compran un Alfa Romeo, un Mercedes o una Ferrari, e incluso autos de carrera, y después me piden el cuadro. Me parece que tienen más pasión por el auto y por la marca que por el arte en sí mismo. En la mayoría de los casos ese cliente quiere algo cercano a su auto, entonces no podés ser tan creativo; se transforma en un acto un poco más comercial. A mí me divierte más trabajar para quien te dice “hacé lo que quieras”, es mucho más interesante. Esa persona sabe que si vas por tu cuenta sale algo mejor. Pero son los menos.

P - ¿Cómo te contactan?

RV - Lo más habitual es que alguna persona en algún evento vea tus cuadros y te diga: “Ah, yo también quiero un cuadro de mi auto”. Entonces te pasa las fotos y te dice: “Bueno, dibujalo con el fondo de una pista”.

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Jorge García, Chichen Itza, su reconstrucción. 

Clásico y simbólico

Se llama Jorge García y, por pura vanidad, no hay forma de sacarle la edad. Comienza diciendo: “No sé si lo descubrí ahora o simplemente lo reafirmo. A la mitad de los hombres o más (y también a muchas mujeres) les gustan los autos. Y a cada vez más personas les gustan las pinturas de autos. Sobre todo a la gente de clase media para arriba. O sea: el que tiene un Torino, no sabe que hay artistas especializados en automovilismo.

Parabrisas - ¿Y eso a qué se debe?

Jorge García – A la falta de difusión. Ese es el problema más grande que tenemos los que nos dedicamos a esto. La persona que tiene mucho dinero va al banco y se compra un paisaje. No se le cruza por la cabeza que puede comprar un cuadro de un auto que no necesariamente tiene que ser una cosa fea y ordinaria. Me refiero a que no tiene por qué ser una escena de carreras, que por ahí no le interesa.

P - ¿Qué es lo que más le piden?

JG - Normalmente, a las personas adineradas les gustan los autos clásicos. Un cliente me pidió una pintura original de un auto antiguo que era del padre, un modelo con una historia familiar del que quiere tener un recuerdo. Lo tiene restaurado en su garaje y quiere incluir en la obra toda la simbología de lo que significó para la familia. Hasta me preguntó si me animaba a pintar la cara de su papá.

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"El trueno el silencio". Daniel Sonzini.

P - Para el artista, cada cliente tiene su preferencia.

JG – Así es. Por ejemplo, conozco a una persona que tiene un Porsche, un Jaguar y dos Mercedes, pero no colecciona autos. Le gusta andar únicamente con el Porsche, y cuando va con la mujer prefiere usar el Jaguar. Si se tratara de un coleccionista, tendría que decidir de qué auto quiere la pintura, o si quiere una para cada vehículo. Ese cliente terminó comprando seis reproducciones en tela de los que más le gustaban: tres de autos clásicos, que ubicó en una pared del living, más otras tres de corredores argentinos: Fangio, Reutemann y Gálvez. Este tipo de personas invierten 500 mil o un millón de dólares en un automóvil, por lo que pagar 10.000 por un cuadro de su auto no le significa ningún problema.

P - ¿Por qué se inclinó por los autos? ¿Cómo empezó?

JG - Cuando era chico no me gustaba jugar al fútbol. No me gustaba nada que me agarraran a patadas. Entonces empecé dibujando aviones, y reconozco que tuve la fortuna de ser muy perseverante. A los 17 años mi vieja, mi hermana y mi hermano se iban al cine y me decían: “¡Larga eso; todo el día dibujando!” Y ellos se iban, volvían a las dos de la madrugada ¡y yo seguía dibujando!

P - ¿Cuál es su marca de autos preferida?

JG - Si amás esto, no podés decirlo. Es como el periodista que manifiesta una tendencia política... Hay que ser imparcial. Ahora, si me preguntás qué color de autos me gusta pintar más, te digo rojo, y no tiene que ser necesariamente una Ferrari. Lo importante es no perder la pasión por lo que uno hace. La vida del artista es más larga que la del futbolista o el modelo, pero aun así te ponés viejo. Así que hay que mantener el espíritu joven. 

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