Aquí hablaremos de los trabajos de Edison con los automóviles eléctricos, de los cuales fue uno de sus precursores y un gran entusiasta. De hecho, el primer automóvil eléctrico de la marca Baker fue vendido a Edison en 1899 por 850 dólares. Fue el primer automóvil que condujo el inventor, que quedó fascinado por la suavidad de su marcha.
Según señala el historiador Fritz Vögtle, en 1900 el noventa por ciento de los automóviles de Nueva York funcionaba con acumuladores de plomo como fuente de energía y motores eléctricos como sistema de propulsión, y el resto eran vehículos movidos por vapor o nafta. Edison vio la oportunidad de sustituir las baterías de plomo y ácido sulfúrico, pesadas, difíciles de recargar y de rápida corrosión, por otras más livianas y fiables; había reconocido la gran importancia económica que significaría “un contenedor en miniatura de energía eléctrica”, a cuyo desarrollo se dedicaría principalmente a partir de 1900. La cuestión sigue siendo aún hoy de gran relevancia, dada la creciente popularidad del automóvil eléctrico, que tiene un aparente renacer en el mundo.
A pesar de que animara a Henry Ford, que estaba empleado en 1897 como jefe de la central eléctrica de la Edison Company en Detroit y que como actividad secundaria construía automóviles, para que se dedicara al motor a nafta, Edison mismo se concentraba en el perfeccionamiento de las baterías.
En 1900 formuló el problema que aún hoy no ha sido completamente resuelto: “La meta … es construir una batería eficaz que permita almacenar mayor cantidad de energía por libra de material de la que es posible con la batería de electrodos de plomo”. El ingeniero A. E. Kennelly ayudó desde el principio en los laboriosos trabajos de investigación que tanto se dilatarían en el tiempo; a partir de 1901, el doctor J. W. Aylsworth se hizo cargo del departamento químico. Edison tenía un gran concepto de esta rama de la ciencia, aunque por aquel entonces era bastante empírica: “Una gran ciencia, la química. Es mi favorita de entre todas las ciencias.”
El citado Vögtle nos dice que la primitiva idea de Edison de emplear un electrolito alcalino, en vez del corrosivo ácido, y óxido de hierro como material para el electrodo negativo se demostró acertada. Pero todavía harían falta interminables series de experimentos (el método habitual de Edison) hasta que fuera descubierto el hidrato de níquel conveniente preparado como electrodo positivo. En 1903, Edison ya se encontraba buscando yacimientos de níquel en Canadá; ese mismo año, en una nueva instalación fabril construida en Glen Ridge, junto a Orange (Nueva Jersey), se fabricaban baterías y se experimentaba con distintos electrodos de hierro y de níquel.
En 1903 Edison presentó al químico ruso Andrei Rosanov a los colaboradores de su fábrica. Cuando el científico pidió amablemente que le explicara las normas del laboratorio, Edison le respondió mascando y escupiendo tabaco: “Lo único que queremos es ver resultados prácticos”.
Las nuevas baterías sin plomo, denominadas alcalinas, comenzaron a montarse en la fábrica recién construida de Silver Lake, que contaba con 450 trabajadores. En el interior de una carcasa iban instaladas dos placas-electrodos de acero niquelado, revestidas, una de una mezcla de hidrato de níquel y grafito, y la otra, de óxido de hierro. Al contrario que la batería de plomo, la tensión no caía cuando no se usaba y podía recargarse muchas veces. Edison la había sometido a duras pruebas de ensayo, montándola en automóviles, instalándola en máquinas vibratorias y hasta tirándola por la ventana desde distintos pisos del laboratorio.
En 1910 comenzó la fabricación de un nuevo tipo de batería sobre la base de copos de níquel, para reemplazar al grafito. Ya había invertido varios millones de dólares en el negocio de las baterías.
Entre 1911 y 1914 automóviles como el Baker Runabout y, posteriormente, el Detroit Electric funcionaron con las baterías alcalinas de Edison, y ya entonces eran apreciadas por su limpieza y poco ruido. La autonomía era de 95 kilómetros por día y, a la inversa del acumulador de plomo, se recargaban completamente en el plazo de siete horas. Estas baterías concebidas por Edison se aplican actualmente en muchos campos de la industria, y se las denomina “NIFE” (palabra que significa níquel-hierro).
Como el trabajo con las baterías era agotador y los automóviles eléctricos ya estaban cediendo el paso a los propulsados por motores a nafta, Edison abandonó el proyecto de los autos eléctricos hacia 1920, aunque sentó las bases de un formidable desarrollo técnico para esta clase de vehículos.