¿Qué pasó con GM en Venezuela?

Luego de embargo realizado por el gobierno venezolano a la planta de la localidad de Valencia, General Motors anunció la desconsolidación de sus negocios en Venezuela. Para llevar algo de claridad sobre este conflicto, reproducimos un articulo publicado en el sitio www.guiamotor.com prestigioso medio especializado en la industria automotriz del país hermano. Galería de fotos

Redacción Parabrisas

General Motors ha anunciado hoy la desconsolidación de sus negocios en Venezuela, con efectos a partir del 1 de mayo de 2017. Pese a que la compañía ha cesado sus operaciones a causa del embargo realizado por el gobierno de ese país, ejecutivos de GM han expresado su voluntad de dialogar con autoridades y líderes sindicales acerca de las circunstancias bajo las cuales podría ser posible comenzar a producir y emplear a cierto número de trabajadores, bajo un nuevo y viable modelo de negocios.

Sin embargo, detrás de esta situación existe una historia que es, paradójicamente, la de la automotriz de mayor tradición y antigüedad del país hermano.

Para llevar algo de claridad sobre este tema, reproducimos a continuación un articulo de Flash de Motor, publicación del sitio www.guiamotor.com, prestigioso medio especializado en la industria automotriz de Venezuela.

Apuntes sobre la importante historia de GM en Venezuela en ocasión de una decisión jurídica difícil de aceptar y de comprender

La historia del automóvil en Venezuela acaba de registrar un importante -y desafortunadamente negativo- hito histórico con el anuncio de la decisión de GM Venezolana de suspender actividades de ensamble en el país, pero además al ocurrir su oficialización el pasado 21 de abril, se registró un curioso paralelismo. Justamente ese día, pero 113 años antes, se publicó en un periódico caraqueño, “El Monitor”, la primera reseña sobre el primer paseo en automóvil que se realizó en el país.

Si no resultaran ya demasiado coincidentes las fechas del 21 de abril de 1904 y del 21 de abril de este año, hay un segundo paralelismo. El primer auto llegado a Venezuela fue una unidad Model B producida por Cadillac, una de las divisiones de GM Company, obviamente representada por GM Venezolana desde que ésta inició actividades comerciales en Venezuela en 1948.

A modo de cierre, dentro de lo que ha sido un pequeño paseo por las razones que han permitido a GM Venezolana ser protagonista de la historia industrial del país por casi siete décadas, vale la pena incluir el impacto que en toda localidad tiene la presencia de una instalación industrial plenamente operativa y productiva.

Con un área de casi 200.000 m2, la planta GM Venezolana en Valencia es prácticamente una ciudad en miniatura. Según apuntes de época, cuando Chrysler de Venezuela la desarrolló, lo hizo en torno a un proyecto de 70.000 m2, que fue expandido en un 30% durante los años en que lo mantuvo en propiedad. En 1979, al pasar a manos de GM Venezolana, este complejo industrial fue definido por la prensa local como “un gran aula de entrenamiento con más de 100.000 m2” y al poco tiempo de comenzar a operarlo, GM Venezolana quiso estar a la altura del compromiso de manejar la planta de ensamble más grande del país, aprobando una inversión de 450 millones de bolívares para añadir una ampliación de más de 86.000 m2 con la intención de producir en el país la primera gama de vehículos norteamericanos de tracción delantera: el Century/Celebrity. Eso, por cierto, en una época particularmente convulsa para la historia contemporánea del país: la del “Viernes Negro”.

Y no olvidemos que el propio nacimiento de GM Venezolana en 1948 ocurrió también durante una época particularmente difícil de la historia nacional, sin que ello impidiera el normal desenvolvimiento de la actividad productiva.

Sin embargo, más allá de mencionar todas estas cifras, datos y fechas, vale la pena colocar todo en contexto para entender su impacto en la vida cotidiana.

Cuando se maneja una planta industrial de las magnitudes de la de GM Venezolana en Valencia, es necesario mantenerla “viva” y eso significa tener en cuenta a las personas que hacen vida ahí diariamente, del mismo modo en que es necesario alimentar a ese monstruo productivo con los insumos necesarios, en forma de materia prima, servicios y muchas otras cosas.

La instalación de una planta de semejante nivel en una localidad como la Zona Industrial de Valencia supone garantizar que ésta disponga de los servicios básicos, en forma de energía eléctrica, agua corriente, gas industrial y servicios públicos.

Esas inversiones son hechas obviamente por quien instala esa planta y eso contempla, por un lado, controlar el impacto ambiental y, por otro lado, hacerlo con visión expansionista, es decir, planteándose que esa instalación pueda “crecer” en función de los factores demográficos.

A la larga resolver estos problemas beneficia a la población circundante, que puede contar con una red de suministro de energía eléctrica, agua corriente, gas, servicios públicos y demás mucho más grande y eficiente de la que contaría si hubiese esa planta ahí. Muchas veces, para una población, instalar en ella una fábrica de gran tamaño ha significado la diferencia entre tener electricidad o no tenerla…

La instalación de una estructura fabril de ese nivel también contribuye a “halar” la población circundante en términos sociales. Los obreros que trabajen en esa fábrica deben ser especializados y ello les convierte en consumidores más exigentes y, en muchos casos, en impulsores de otras iniciativas productivas. Numerosos técnicos formados en GM Venezolana y que trabajaron en su planta de Valencia luego han abandonado la empresa, vertiendo esa experiencia en la creación de iniciativas personales en forma de talleres de metal mecánica, mecánica, siderurgia o, simplemente, abriendo empresas que se han convertido en proveedores de la fábrica.

Es más. A menudo se reconoce que “General Motors de Venezuela es una verdadera universidad automotriz”. En el país no hay empresa automotriz que no tenga en sus nóminas un alto directivo o ejecutivo gerencial a un “exGM”. Y por décadas fueron a Venezuela ejecutivos gerenciales en ascenso en la corporación GM para recibir entrenamiento especializado en la planta de Valencia.

La nómina de GM Venezolana que quedó vacante tras la aplicación del embargo era considerada “esencial” porque la regresión que en los últimos años ha sufrido la industria automotriz venezolana ya había obligado a GM Venezolana a suprimir puestos de trabajo o aceptar renuncias de profesionales que han viajado para hacer vida en el exterior.

Aún así, esa nómina “esencial” fue de 2.679 empleados, lo cual es equivalente a decir 2.679 familias y también es equivalente a decir al menos 15.000 personas, si aplicamos un promedio de núcleo familiar de cinco personas.

Son casi 3.000 personas que entran al mercado laboral en el cual ya la demanda de puestos de trabajo excedía aritméticamente la oferta. También son casi tres mil núcleos familiares que al dejar de percibir ingresos directos, de un bien dotado contrato colectivo, también dejan de participar en la cadena económica local como consumidores de bienes y servicios.

Hasta no hace mucho tiempo, las puertas de GM Venezolana se llenaban de personas que buscaban oportunidad de trabajo ahí, en una localidad económicamente deprimida por el deterioro sufrido por la actividad industrial en las últimas décadas…

Cuando esa planta se inauguró en 1968 ocurrió lo contrario; faltaban personas para operarla y proveedores para surtirlas. Una necesidad que se fue llenando con el paso de los años.

Del mismo modo en que, en forma individual, cada empleado de GM Venezolana y cada miembro del grupo familiar de cada uno de ellos es un factor de consumo en la vida económica de la región Valencia-Carabobo, todos ellos lo son en mayor o menor forma un factor de consumo “dentro” de GM Venezolana, porque la planta consume insumos de todo tipo: alimentos para el comedor, papel para imprimir, toner para dispositivos de impresión, uniformes, implementos de limpieza, capacitación profesional, artículos de higiene personal, implementos de seguridad y un etcétera que fácilmente puede ser tan largo como lo que hasta ahora hemos escrito de la empresa.

Todo ello era, en su mayoría, adquirido a proveedores locales y también son comercios locales los que se encargan del mantenimiento de la infraestructura en materia de plomería, electricidad, redes y otro larguísimo etcétera.

La producción de toda fábrica obviamente genera lucro para los propietarios de ésta, pero igualmente genera bienestar para todos los que trabajan para ella y también proporciona utilidad a quienes adquieren y consumen esos bienes de producción, porque de otro modo su operación no sería comercialmente posible. Por ello la instalación de una gran fábrica es el argumento preferido por las gobernaciones y ayuntamientos locales (en todo el mundo) para elevar el nivel socio-económico de una población. Y no es repetitivo decir que lo contrario, desinstalar una planta o dejarla sin operar, es el modo más inmediato para deprimir comercialmente a una población o localidad. La región de Carabobo ha vivido ambos procesos. Recordemos que tiene una economía industrial en general y es el polo automotor más importante del país.

Siendo el resultado de una operación comercial, el funcionamiento de una planta no solo genera producción y consumo de bienes y servicios, sino que también forma parte de la cadena fiscal, al ser contribuyente en forma de impuestos. En el caso de la planta de GM Venezolana en Valencia, hablamos del mayor contribuyente de la región. Un status que debería garantizar a cambio determinados elementos, incluyendo una legislación que bajo ningún concepto comprometa la totalidad de un patrimonio industrial construido a lo largo de siete décadas de trabajo y con los esfuerzos de tres generaciones de personas, a un valor monetario mega-millonario y con un impacto local socio-económico inmedible a causa de un diferendo comercial que involucra los bienes que pueden producirse sin problemas en pocas semanas de actividad, en condiciones normales y correctas. No hay, por cierto, ninguna legislación que permita a un médico amputar la cabeza de un paciente que tenga un ataque crónico de caspa, si de establecer puntos de vista se trata.

En toda instalación industrial hay un impacto puntual y uno colectivo. Eso, en términos generales, implica que cualquier acción legal que involucre a un complejo industrial de este nivel debe afectar directamente a sus propietarios, a sus directivos, o a sus representantes legales, al mismo tiempo que protegen, respaldan y permiten que sigan existiendo normalmente factores como el proceso productivo, la integridad de la infraestructura y la dotación de ésta, los puestos de trabajo, los haberes de los accionistas en caso que la figura jurídica de esta se encuentre separada de la de los administradores, lo cual normalmente es lo común.

Es un planteamiento básico y muy esencial de los principios más elementales del libre comercio que, en forma muy primaria, han dado vida a conceptos como el de Compañía Anónima, Sociedad Anónima, Sociedad de Responsabilidad Limitada, Sociedad en Comandita Simple, Sociedad de Capital Abierto y otros términos dentro de lo que conocemos como “razón social”. Luego hay otros más complejos y la necesidad de todos ellos es, justamente, la de garantizar todos los elementos que hagan posible establecer una compleja instalación industrial en un lugar, a cambio del beneficio socio-económico que toda fábrica genera en una población cuando quienes viven en ésta se dedican a hacerla productiva.

Vivimos en un país en el que un diferendo comercial puede congelar la actividad de una de las mayores estructuras industriales del sur-continente.

El régimen ya ha desmantelado nuestra industria farmacéutica, destruyó la industria agroalimentaria y ha acabado el sector automotor. Y tiene en el suelo a la industria petrolera y los sectores de producción en Bolívar...

Fuente: Flash del Motor

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