En proceso de resurrección

Detroit avanza en un lento camino de recuperación. De a poco, la “ciudad fantasma” va dando señales de crecimiento, aunque todavía resuenan con fuerza los ecos de una época difícil. Galería de fotos

Redacción Parabrisas

Desde hace algunos años se ha puesto en marcha un plan para resucitar a Detroit. Esta ciudad que alguna vez fue considerada la “París del Oeste” fue también cuna de una sociedad floreciente, ídolos populares, emblemas de la música y, especialmente, de la industria automotriz norteamericana, pero las sucesivas crisis económica y raciales apagaron su luz y nunca se reavivó.

¿Qué pasó para que esta ciudad que a mediados del Siglo XX era la cuarta en importancia de los Estados Unidos (detrás de Nueva York, Los Ángeles y Chicago) haya caído quince posiciones? La segregación racial fue en gran medida la responsable del comienzo del fin. En Detroit se dio a partir de la década de 1950 un fenómeno conocido como el white flight, o la huida de los blancos: a medida que la población afroamericana iba progresando y se mudaba a un barrio de mejor categoría en el casco urbano, los descendientes de europeos se trasladaban a las afueras de la ciudad. Desde el punto de vista económico, lo más importante fue que con el cambio (Detroit se transformó en la ciudad con mayor población de raza negra de los Estados Unidos) se dio un giro inesperado: con los blancos también se fueron los dólares, ya que ese grupo era el de mayores ingresos. Paralelamente, se inició un declive en la actividad industrial, fue creciendo la desocupación y se fueron dando las condiciones ideales para la delincuencia y el tráfico de drogas, con un incesante éxodo de una población que iba buscando en otras ciudades la vida prometida por el sueño americano.

La figura de Henry Ford aparece como centro del crecimiento de Detroit. Fue allí donde el fundador de la empresa automotriz que lleva su apellido abrió en 1903 el primer taller y le dio forma a la producción de automóviles en serie, atrayendo a trabajadores tentados por los altos sueldos que pagaba Ford.

Con la llegada de otras automotrices, Chrysler, General Motors, Lincoln, Packard, etc., Detroit se posicionó como la meca del automóvil norteamericano albergando una sociedad sin apremios. Así, al calor de la actividad fabril fueron creciendo barrios de arquitectura cosmopolita (con marcada influencia de la antigua dominación francesa: fueron los franceses quienes fundaron Detroit, en 1701), mansiones fastuosas, edificios públicos como bibliotecas, escuelas, teatros monumentales, junto con las gigantescas estaciones de transporte que crecían en dimensiones al ritmo de las automotrices.

Hoy, muchos de esos edificios fastuosos están en ruinas, algunos incinerados, la mayoría, abandonados. No hace falta salir del casco urbano para experimentar esa desolación. A pocas cuadras del centro, avanzando por la Forth Street, o dando una vuelta en el People Mover (una especie de monorriel elevado que hace un circuito cerrado por los alrededores de la city), se pueden ver los edificios de fábricas abandonados. Y saliendo por las autopistas (la 75 o cualquier otra), las típicas casas de dos plantas, deshabitadas y muchas quemadas víctimas del vandalismo, forman parte de un paisaje que es la muestra de la debacle de una ciudad que no supo enfrentar los cambios que le propuso la modernidad.

El abandono provocado por las sucesivas crisis que azotaron a la ciudad fue talando los cimientos de una metrópoli que, aunque su aspecto hoy lo oculte, tuvo su época de gloria y fue el lugar elegido por cientos de miles de personas para realizar su american dream.

Ahora, se abre una nueva etapa. Una incipiente reactivación económica, acompañada por el sector inmobiliario son las bases sobre las que, aparentemente, esta agobiada ciudad escribe otra vez su historia. La vida nocturna gana terreno y la actividad cultural crece. Solo falta esperar si el presidente electo Donald Trump logra la pretendida reactivación industrial. Por ahora, el futuro de Detroit es un gran interrogante que aún tiene a parte de la población viviendo en una pesadilla: ¿podrá Trump despertarlos?

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