Hoy se celebra el Día de la Lealtad Peronista. El 17 de octubre de 1945 las clases trabajadoras, lideradas por la cúpula sindical, salieron a las calles reclamando la libertad del que por entonces era el Coronel Juan Domingo Perón. Ese hecho marcó el nacimiento del Peronismo y con él una era de cambios en la sociedad argentina. Por supuesto, hay quienes celebran las acciones de ese movimiento (prefieren este término en lugar de partido) político y otros que no lo aprueban, pero no es nuestra intención elegir un lado de la tristemente célebre grieta que divide a los argentinos y tanto daño le hace al país.
Durante los primeros gobiernos de Perón el país tuvo un desarrollo industrial que también incluyó la fabricación de automóviles. Entre ellos, tal vez sea el IAME Justicialista el más emblemático. Y este día es una excelente excusa para recordarlo.
La historia grande de la industria automotriz argentina comenzó en la década del 50. A pesar que el consciente colectivo registra la fundación de Industrias Kaiser Argentina (IKA), en 1955, como punto de partida, hubo un antecedente que debe ser considerado como pieza fundamental: la empresa Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado, más conocida como IAME, que había comenzado como Fábrica Militar de Aviones en 1927 para luego convertirse en el Instituto Aerotécnico y a partir del 53 en el complejo industrial más importante del país en manos del Estado.
El Rastrojero, presentado en 1952, se convirtió en el modelo insignia de la compañía. De aspecto rústico, era un vehículo fuerte y confiable que de a poco comenzó a ganarse la confianza del público. Ese mismo año, IAME puso en marcha el primer motor INSTITEC, impulsor de dos tiempos y dos cilindros desarrollado y producido íntegramente en el país, que equipó a los modelos Institec sedán, desarrollado sobre el Chevrolet ’51, Institec rural, e Institec pick up (basada en los trabajos de César Castano, a quien el gobierno del General Perón le compró la matricería y los planos de su vehículo Castanito). Ambos vehículos fueron exhibidos en la primera exposición de automóviles argentinos en los salones de Y.P.F.
Más allá de esto, en los primeros tiempos de la post guerra, Argentina había recibió de Alemania a través de una importación realizada por el I.A.P.I., una partida de motores Porsche de 4 cilindros destinados a usos de tipo industrial, como motobombeadores de agua o generadores de electricidad.
En IAME vieron la oportunidad de adaptar y utilizar estos propulsores para la industria automotriz y a partir de allí surgió el proyecto de construir un auto deportivo que fuera impulsado por ese motor Porsche. Así nació el Institec Gran Sport -llamado popularmente Justicialista- que fue presentado oficialmente en 1953 con la presencia del Presidente Juan Domingo Perón, en el hall central de Y.P.F. en la Diagonal Norte.
El "Justicialista Sport" fue el primer modelo del país en ser construido con carrocería de fibra de vidrio y equiparse con motor Porsche, siendo Argentina el segundo país en el mundo en utilizar esta tecnología en la industria automotriz, después del convertible Corvette de la General Motors de Estados Unidos.
Los vehículos fueron comercializados por el Consorcio Industrial para la Producción Automotriz Sociedad Anónima (C.I.P.A.)
La serie Justicialista tuvo otros dos deportivos a los que IAME denominó "Súper Sport" y "Gran Turismo". En el último se probaría el nuevo motor modular V8 refrigerado a aire, también desarrollado en el país.
Lamentablemente todo el proyecto de los autos sport concluyó con la Revolución Libertadora de 1955, cancelándose la mayoría de las líneas de producción. El único que perduró en el tiempo fue el legendario Rastrojero, pero bajo el paraguas de DINFIA –primero- y de IME S.A, después.
El Estado como motor de la industria automotriz
La creación de Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME) fue una respuesta a la necesidad de actualizar el poco numeroso y obsoleto parque automotor de la época que, entre camiones y autos, apenas llegaba a las 450.000 unidades.
La negativa de distintas empresas automotrices de fabricar automóviles totalmente nacionales, algo que, decían, sería de imposible realización, llevó al gobierno de Juan Domingo Perón a hacerlo por sí mismo. Así fue que, por decreto Nº 6.191/52, el 28 de marzo de 1952 quedaba creada IAME, una empresa autárquica sometida al régimen de la ley Nº 13.653 de empresas del Estado con las funciones de “investigación, fabricación y reparación de material aeronáutico y la promoción y producción automotriz”. Al frente de toda la iniciativa estaba el entonces ministro de Aeronáutica, brigadier Juan Ignacio San Martín, ya que fue él quien le propuso al presidente la fabricación de autos por parte del Estado.
La nueva planta industrial quedó emplazada en las instalaciones cordobesas del ya existente Instituto Aerotécnico, que por esto aumentó su personal en un 55%, llegando a tener 10.000 empleados en total. Lo cierto es que IAME empezó a dedicarse también a la producción de automóviles, pero para nada era lo único, porque la nueva empresa estatal quedaba integrada por diez fábricas, además de un departamento de Metalurgia común a todas.
Las políticas que se adoptaron en cada área fueron diferentes. En la de aeronáutica se continuaron con los desarrollos tecnológicos que ya habían permitido construir aeronaves altamente sofisticados como los Pulqui I y II, que convirtieron a nuestro país, en uno de los pocos capaces de construir aviones a reacción.
En el área automotriz el concepto era el de crear una base industrial que sirviera de sostén a una futura producción masiva de vehículos por parte ya de empresas privadas, las que, tímidamente, empezaban a afincarse en el país.
La planta productiva tenía una superficie de 12.800 m2, y fue allí donde se comenzó con la producción de los utilitarios, conocidos como chatitas y furgones, y de los sedanes. Argentina contaba con una gran cantidad de tractores Empire, de origen norteamericano, que resultaban inadecuados para las labores rurales, por lo que se decidió aprovechar sus partes mecánicas en un pequeño vehículo utilitario que resultaría ser el renombrado Rastrojero, un producto algo rústico pero a la vez robusto y confiable.
En mayo de 1952 se presentaban los autos fabricados por IAME, mientras que en octubre se finiquitaba el prototipo del tractor Pampa, el primero de fabricación nacional. Al año siguiente aparecían las motos Puma, mientras que el 14 de abril se mostraba por primera vez el motor modular IAME V8 diseñado por el ingeniero Ambrosio Taravella.
Luego de la aparición del Justicialista Sport, en 1954 se construyen un total de 30 lanchas y 17 veleros en fibra de vidrio, y luego llegarían los Justicialista Super Sport y Gran Turismo, en el que se probaría el nuevo motor modular V8. En 1955 un golpe de Estado derrocó a Perón en lo que se conoció como la “Revolución Libertadora”, e increíblemente se prohibió mencionar la palabra Justicialista. Así, debieron cambiarse las denominaciones de los vehículos que seguían produciéndose; el Justicialista pasó a llamarse Graciela.
En 1957 IAME cambió su designación por Dirección Nacional de Fabricación e Investigación Aeronáutica (DINFIA), y en 1967 lo hizo nuevamente, esta vez pasando a llamarse Industrias Mecánicas de Estado (IME), siendo ya dependiente del Ministerio de Defensa.
En 1971 IME se convirtió en sociedad anónima, paraguas bajo el cual produjo el último modelo de su vasta trayectoria: el utilitario M 91, con motor de seis cilindros y 3.500 kg de capacidad de carga. Luego de 149.710 vehículos producidos, la empresa cesó definitivamente sus actividades en 1980, en épocas de otra dictadura militar, la que duró desde 1976 hasta 1983.
Atrás habían quedado sus años de gloria: en el ámbito automotriz supo pasar de las 3.964 unidades producidas de 1959 a las 12.500 de 1975, su año récord. El Justicialista fue un modelo recordado por su exclusividad, todo lo contrario al Rastrojero, quizás el más popular utilitario no sólo de IAME, sino de la historia de la industria automotriz argentina toda.
La gran mente detrás de IAME
Seguramente el nombre Ambrosio Luis Taravella no diga demasiado a muchos, pero se trata de una de las personas que tanto hizo por esos inicios de la industria automotriz argentina de mediados de los cincuenta. Ingeniero aeronáutico recibido en París, Taravella había nacido el 19 de abril de 1893, pero su destino lo llamó a protagonizar una linda historia en Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME).
Corría 1953, el presidente era Juan Domingo Perón, y este ingeniero presentó en Córdoba, sede la fábrica, un proyecto de construcción de motores a combustión interna enfriados por aire con la finalidad de reemplazar los diversos tipos de motores que en esos momentos se construían, por una familia de impulsores livianos de cuatro tiempos que pudieran usarse, según versión, en aviones, autos y la industria en general.
El plan de desarrollo fue aprobado, pero con la condición de que todos los diseños fueran íntegramente nacionales. En abril de 1954 el primer motor V8 enfriado por aire fue puesto en marcha en el Laboratorio de ensayos de motores del Instituto Aerotécnico y se realizaron todo tipo de ensayos por unas 50 horas. Ese propulsor tenía 3.0 litros de cilindrada y entregaba una potencia máxima de 120 CV a 4.450 rpm.
Fue instalado primeramente en una cupé Institec Gran Sport que sería presentado nada menos que en el Salón del Automóvil de París 1955, pero después se lo hizo en una unidad que quedó en el país.
Técnicamente, el V8 a 90 grados funcionaba con una relación de compresión de 7,5 a 1 y contaba con un sistema de encendido por doble ruptor Mallory, con bujías Champion. El avance al encendido inicial era de 25 grados antes del denominado punto muerto superior, con una alimentación efectuada por cuatro carburadores dobles Solex 30 AAI.
Su particular sistema de refrigeración, por aire, era asegurado por el funcionamiento de un ventilador axial. Lo más llamativo estaba dado en que el desarrollo de Ambrosio Taravella podía aplicarse en motores de seis, cuatro y hasta dos cilindros. Todos estaban armados a partir de semiblocs de dos cilindros, en un novedoso concepto modular.
En 1988, a los 95 años, el ingeniero Taravella falleció en Córdoba, justamente la ciudad que lo vio dejar una de sus mayores obras, la realizada sobre los propulsores que desarrolló IAME en la época de Perón. Pero dejó un legado que trascendió la industria automotriz y que supo incursionar hasta en la aviación, con el desarrollo de todo tipo de máquinas y motores. El reconocimiento mayor quedó para siempre grabado en un lugar en particular, el aeropuerto internacional de la capital cordobesa que lleva su nombre.