¿Quien es Frank Kirchner?

Es uno de los científicos más prominentes del mundo de la inteligencia artificial y de los vehículos autónomos robotizados, tanto como terrestres como lunares y marcianos.

Pablo Jorge Gualtieri

Investigador de la NASA en los Estados Unidos y colaborador de Volkswagen, Porsche y otras fábricas de automóviles, el doctor en ciencias de la conmutación Frank Kirchner, nacido en 1963 en Alemania, es uno de los científicos más prominentes del mundo de la inteligencia artificial y de los vehículos autónomos robotizados, tanto como terrestres como lunares y marcianos, incluyendo a un robot submarino para la luna de Júpiter. Recibió su título con honores en la universidad de Colonia y viajó a los Estados Unidos para dictar clases en la Northeastern University de Boston, experimentando con robots avanzados. Es allí cuando toma contacto con la NASA para concebir automóviles autopropulsados para las misiones a la Luna y a Marte.

De retorno a su país, y antes dictar clases en la universidad de Copenhague, comienza su labor en la universidad de Bremen en 2002 y en 2008 es nombrado director del Centro Alemán de Inteligencia Artificial de la misma ciudad. Es allí cuando es visitado por científicos de Volkswagen y Porsche para conocer su visión y compartir su experiencia para el desarrollo de automóviles autónomos. A este respecto, el doctor Kirchner tiene una expresión tajante: “Los sistemas autónomos deben primero aprender como se aprende”, tarea mayúscula si las hay. Ingenieros de Porsche quisieron saber si algún día veremos cantidad de automóviles autónomos en las rutas y autopistas. Su respuesta fue afirmativa: “Sí, definitivamente. Los automotores sin conductor serán familiares en un futuro no lejano en nuestros caminos. Pero únicamente se conseguirá si desarrollamos una infraestructura inteligente a la largo de la tecnología del automóvil-por ejemplo, luces de tránsito que monitorean los cruces y transmiten información a todos los automóviles en las cercanías, así como detectores que pueden anticiparse a las colisiones y a los atropellamientos”.

Mientras tanto, desarrolló un robot femenino bautizado como AILA, cuyos brazos, por ejemplo, pueden levantar objetos que pesan mucho más que propia “dama” robot. Se integraron muchos sensores de alta precisión en la estructura del robot de la misma manera que se colocan en el cuerpo humano en las misiones espaciales, y la máquina tiene 32 grados de movimiento. Una auténtica maravilla de la robótica, que se utiliza en las pruebas de los rodados autónomos.

Kirchner señala que la mente humana tiene unos 100 billones de neuronas que se conectan unas con otras. De hecho, afirma, el número de posibles conexiones en un cerebro humano es probablemente más alto que el número total de cuerpos celestes en todo el universo. Asimismo, los humanos no solo tienen potencia de cómputos y de almacenamiento de información; ellos también tienen la capacidad de aprender y de realizar movimientos muy complejos. Con las máquinas se intenta que imiten al cerebro humano y se define a la inteligencia artificial como a la “capacidad de un sistema para interpretar correctamente datos externos, para aprender de dichos datos y emplear esos conocimientos para lograr tareas y metas flexibles a través de la adaptación flexible”.

Mientras tanto, el doctor Kirchner sigue con su entusiasmo, y nos dice que por más fascinante que sea nuestro cerebro, las máquinas con inteligencia artificial tienen una ventaja crucial: ellas pueden procesar una enorme cantidad de información en milisegundos e intercambiar datos en tiempo real.