¿La conducción agresiva puede dañar nuestro auto?

Lo vemos a diario: muchos conductores, tanto en ciudad como en ruta, maltratan a su auto, acelerando por demás o incurriendo en maniobras excesivas o innecesarias. Qué tanto daño le pueden hacer al motor.

Redacción Parabrisas

El perfeccionamiento constante de la máquina térmica es un hecho incuestionable. Motores que antes producían (por citar un ejemplo) modestos sesenta caballos de fuerza, actualmente con la misma cilindrada, pueden llegar a duplicar ese valor. 

Con la adopción y masificación de tecnologías como la turbo-alimentación y la inyección directa de combustible, la eficiencia se transformó en una norma a la que todos los fabricantes se deben ceñir. 

Indudablemente el rendimiento de los propulsores tuvo una curva ascendente muy pronunciada al igual que su confiabilidad. Hoy en día se diseñan y fabrican con tolerancias mínimas, dato que redunda en menos probabilidades de tener problemas a futuro.

 Además, la gran cantidad de electrónica que tienen las mecánicas actualmente (a diferencia de lo que piensan muchos) colabora con esa durabilidad de la que hablamos. Antes de ser colocadas debajo del capó de nuestro auto fueron probadas durante miles de kilómetros en las condiciones más duras. 

Todas estas afirmaciones son ciertas, pero eso no nos da luz verde para maltratar a nuestros vehículos. Obviamente, cada uno maneja como quiere (siempre dentro de los parámetros legales), pero las consecuencias siempre llegan, tarde o temprano. 

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Qué es la conducción agresiva 

Es, básicamente, el manejo que con el paso del tiempo dañará los componentes internos del vehículo. Por ejemplo: 

Acelerar de forma excesiva entre semáforos dentro de la ciudad 

Esto no solo producirá un desgaste mayor de la planta impulsora, sino que también se desgastaran más los frenos (si se acelera más fuerte indefectiblemente se tendrá que frenar más fuerte). También se mostrará un consumo de combustible ostensiblemente mayor y una menor vida útil tanto del embrague como de los neumáticos. 

Presionar el embrague más de lo necesario durante la conducción 

Este vicio suele aparecer en los conductores más jóvenes que tratan de evitar a toda costa la “quedada”. Es dañino por la obvia razón de que el mecanismo se desgatará más rápido por la constante solicitación. 

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Circular a velocidades excesivas sobre terrenos irregulares 

Si bien parece una aclaración obvia, este accionar se ve mucho en varios conductores, tanto en la ciudad como en los alrededores, manejando en el empedrado (o en caminos muy accidentados) como si fuera un tramo de rally. Destruye literalmente el tren delantero del vehículo. Afecta amortiguadores, bujes, rótulas y neumáticos. 

Circular con la presión de neumáticos incorrecta 

Este error es uno de los más habituales, ya que a pesar de que los neumáticos son uno de los elementos más importantes del auto, no son revisados con la asiduidad que merecen. 

Si los neumáticos están por debajo de la presión de inflado que establece el fabricante, se realizará un desgaste incorrecto y se consumirá más combustible del deseado. En tanto, si la presión está por encima de la que establece el manual el desgaste también será incorrecto, pero en este caso también se acortará la vida de bujes, rotulas y amortiguadores. 

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Realizar rebajes de forma innecesaria 

Si bien es menos habitual, esta acción repercute negativamente sobre la mecánica, ya que produce esfuerzos “extra” sobre la cadena/correa de distribución al igual que sobre semiejes y juntas homocinéticas. 

Si el rebaje se produce de forma abrupta, se pueden dañar las patas de motor. 

No respetar los periodos de servicio 

Tanto los fluidos del motor (aceite, líquido refrigerante, etcétera) como sus filtros tienen una vida útil determinada, que debe ser respetada. Si este periodo de tiempo o de kilómetros no se tiene en consideración, las roturas que se pueden producir a nivel interno de la planta impulsora pueden ser muy graves, (recalentamiento, falta de lubricación en lugares fundamentales, etcétera).