Incomprendidos. Obsesionados. Incluso locos puede ser un adjetivo que en más de una ocasión se les ha adjudicado a los fanáticos de los autos, pasión que es prácticamente imposible de describir con palabras.
“Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que nos completa, alegra y da energía” define la Real Academia Española a la palabra amor. Quizás, este sea el término indicado que sienten aquellos entusiastas de los fierros, y que de seguro se sentirán identificados con el protagonista de esta historia.
Para conocerlo tenemos que viajar a Bahía Blanca, ciudad en donde vive Marcelo Fernando Paniga que a los 12 años, y tal vez sin saberlo, conoció el auto que cambió su vida para siempre: un Ford Fairlane.
¿Cuándo nace tu amor por los autos?
“En 1982, en plena guerra de Malvinas. Mi tía se va a vivir a Trelew y quería un auto grande para poder movilizar a la familia. Consiguieron que una funeraria les vendiera un Ford Fairlane gris. No estoy seguro si era modelo 78 u 80. Estaba impecable”.
¿Qué fue lo que te llamó la atención?
“La cantidad de baguetas, accesorios y el andar que tenía. Íbamos dentro del auto y parecía que íbamos en una nave. Me gustó el formato. El capó imponente que tenía. Y dije que si algún día tengo que hacer un auto, ese es el auto que quiero”.
¿Por qué convertir un Fairlane en limusina?
“Estaba en la disputa de restaurar un auto o hacer un colectivo casilla, el cual me iba a demandar mucho tiempo, mucha plata y el tema era dónde guardarlo, porque no soy de dejar los autos tirados en cualquier lado, me gusta tenerlos bajo techo. Entonces, evaluando, sacando cuentas, decidí restaurar un auto”.
Pero te faltaba algo…
“Recomponer un auto iba a quedar como un auto restaurado, muy bonito, pero sigue siendo un auto normal. Quería hacer algo vistoso, llamativo. Y me dije, ¿si hago una limusina?”.
¿Cómo llega el Fairlane a tu vida?
“Yo buscaba algo que estuviera feo para poder cortarlo. Así que, luego de ver modelos que estaban muy detonados y que pedían una fortuna, empecé a buscar en Buenos Aires y lo conseguí allá. El 22 de julio de 2009 me vine a Bahía a bordo del Fairlane y al tiempo, comencé el proyecto”.
No fue fácil.
“Una vez que tuve los papeles a nombre mío, empecé a hacer todo. Primero busqué al chapista que ya lo tenía. Después al tapicero, electricista, motorista, mecánico, porque tenía que hacer todo nuevo. Imaginate que cortar un auto no es simple. Aparte de todo lo que es chapa, se te corta todo lo que es cañería de freno, combustible y electricidad. Ahora había que buscar a las personas indicadas para que todo quedara bien”.
Tenías una imagen de cómo querías que quedara…
“La idea era dejarlo por fuera lo más original posible. Mantener el motor V8 Fase 2 (3.6 de 185 CV) y restaurar todo lo que estaba viejo. Paragolpes, baguetas, molduras, todo. Conseguir lo mejor, lo más nuevo posible, y lo que no, restaurarlo de una forma ingeniosa”.
¿Tuviste algún problema?
“El techo vinílico, por ejemplo. En Bahía me decían que no se conseguía. Lo terminé encontrando en Buenos Aires. Incluso con el cuero. En Bahía me pedían tres veces más de lo que me costaba en Buenos Aires. Al final, terminé consiguiendo el original en CABA. Con el interior del auto pasó lo mismo. Las tazas son desarmables y había que limpiarlas y pulirlas; al igual que los vidrios que hubo que cortarlos para que quedaran acordes a la limusina”.
¿Cuánto tiempo tomó el Fairlane limusina?
“El auto fue comprado en el invierno del 2009 y el proyecto tardó cinco años. Finalmente, salió en noviembre del 2014. Este año va a ser 10 años en noviembre que hice el primer evento”.
El ingenio no faltó.
“Si no le buscas ingenio a las cosas, tirás toda a la basura. Yo no quería eso. Y bueno, así salió este proyecto que ahora, gracias a Dios, en Bahía Blanca y la región es sensación”.
Sensación que hasta el “Flaco” Traverso conoció…
“Sí. El Flaco estuvo en el Autódromo de Bahía Blanca, y tuve la gran suerte de estar con él. Hablamos muchísimo. Sacamos fotos y me felicitó por el auto. Hasta nos invitó a comer un asado, pero al final nunca se dio”.
Como mencionó Marcelo, el Ford Fairlane convertido en limusina es sensación del sur argentino. Este año cumple su primera década y nunca tuvo un solo problema estructural. Esto habla muy bien de los mecánicos que estuvieron a su cargo este proyecto quienes, parafraseando a su propietario en tono de júbilo, “son unos genios encubiertos”. A continuación, todas las imágenes del exclusivo Fairlane.