Furia en Villa Urquiza: ¿se justifica destrozar un auto?

En la Ciudad de Buenos Aires un vecino montó en cólera y destruyó el Volkswagen Beetle que tapaba la entrada de su garaje. Es evidente que “se pasó de la raya” pero, ¿y el que dejó el auto mal estacionado? Qué harías.

La falta de controles por parte de las autoridades municipales, provinciales y nacionales... en fin, la manifiesta inoperancia de los organismos que deben cuidarnos y velar por que se respeten las normas y con ellas los derechos de los ciudadanos, genera las situaciones que esta mañana nos mostraba la TV: un vecino de Villa Urquiza, indignado porque un desconocido estacionó el auto en la entrada de su garaje, descargó su bronca contra el rodado en infracción. Se trataba de un Volkswagen New Beetle que, luego de la agresión, quedó en estado lamentable: todos los paneles abollados, rayones en los laterales y un elocuente símbolo de “Prohibido Estaciona”, tallado con una elemento punzante en el capó.

Pudo haber pasado como un evento más del folclore del tránsito cotidiano, pero alguien filmó al vecino enojado haciendo lo suyo, lo subió a las redes y, ¡zas!, estalló la polémica. Voces a favor, gritos en contra del destructor del VW.

Aparentemente, el dueño del rodado dijo “Dejé el auto cinco minutos”, aunque trascendió que estaba en una fiesta en un edificio del barrio. ¿Eso lo justifica?

Estacionar el auto en un lugar prohibido (como lo es la entrada de un garaje) es una infracción pero, del mimo modo que pasa en casi todos los barrios porteños, es una acción que generalmente no es multada. Vemos a diario miles de autos tapando rampas para discapacitados, estacionados en ochavas, circulando por la bicisenda y, como en este caso, obstruyendo la entrada al estacionamiento de un domicilio particular. 

Multar a los infractores es responsabilidad de las autoridades, pero estas parecen no funcionar, y si lo hacen, son demasiado lentas o ineptas.

En la redacción de Parabrisas hemos juntado cientos de experiencias sobre este tema y llegamos a la conclusión de que el personal policial no conoce la ley; los agentes de Tránsito están sobrepasados, no todos se desempeñan con el ánimo que esta tarea demanda y el cuerpo no cuenta personal suficiente, mientras que la aplicación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires muestra un funcionamiento errático.

Si a este panorama le sumamos como ingrediente fundamental el estado de ánimo de la gente (crisis económica mediante), se genera un cóctel cuyo resultado puede ser explosivo, tal como sucedió en Villa Urquiza.

No hay duda de que está mal estacionar donde no se debe, faltándole el respeto a los demás, pero también está mal destrozar un auto para reclamar ese respeto. Mientras, las autoridades miran para otro lado.

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