Sueño cumplido: el día que manejé una Ferrari

Por René Villegas - Con el propósito de conocer las características de un nuevo neumático de la marca Michelin tuve la oportunidad de manejar superdeportivos de ensueño en un autódromo. Entre ellos, una Ferrari 458 Italia. Breves impresiones. Galería de fotos

Redacción Parabrisas

Desde chico fui un apasionado de los autos. Las cuatro ruedas siempre me llamaron la atención, incluso más que el fútbol, a pesar de que mi papá me inculcó de la misma manera ambas pasiones.

El sueño de cualquier amante de los autos, como yo, puede ser el de manejar un superdeportivo en un lugar apropiado. Que ese superdeportivo sea una Ferrari, y esté disponible para nuestro manejo en un autódromo es “el sueño” que un apasionado de los fierros puede imaginar en su mente por años.

La marca de neumáticos Michelin lo hizo posible, con el objetivo de mostrar un nuevo producto exclusivo para autos de alta performance. Se trata del Pilot Sport 4S, que ya está a la venta en Argentina. La cita fue en el autódromo Velo Città, en San Pablo, Brasil.

DESDE EL INICIO

Previendo un día cargado de actividades, lo primero que hice fue asistir a pruebas de habilidad conductiva, con autos de menor potencia. Allí pude tener un poco más de noción del estado del pavimento, que tras una llovizna copiosa, permaneció mojado durante toda la jornada. Hasta ese momento, sólo tenía la confirmación que tiempo después manejaría un auto de gran potencia en la pista.

Entre ellos había varios vehículos de ensueño: Porsche 911 Turbo, y Cayman, Lamborghini Murciélago, Nissan GT-R By Nismo, BMW M3, Dodge Challenger R/T y la frutilla del postre, una Ferrari 458 Italia. Llegado el momento, me hacen participar de un sorteo; detrás de la calle de bóxes, y sin poder ver los autos. Tras ello fui el feliz poseedor de una tarjeta, que para mi sorpresa tenía el número 1.

Intuí que el auto que llevaba el uno en sus laterales era la 458 Italia, pero hasta ese momento no lo podía asegurar. Del otro lado de la calle de boxes, la abertura del paredón descubría la silueta de varios autos llamativos. Mi trabajo me lleva constantemente a subirme a muy buenos autos, por lo que mi capacidad de asombro, sumado a que puedo ser algo imperturbable, no suele ser demasiado fácil de lograr. Pero esto era el paraíso.

Cuando me confirmaron que el auto 1 era la Ferrari caminé unos cuarenta metros hasta su encuentro, y tras abrir la puerta izquierda accedí a su habitáculo. Del lado del acompañante, un piloto profesional (del que no me acuerdo su nombre), me hablaba en portugués. Entendía poco, pero más que nada por mi incredulidad.

Si me percaté que trataba de hacerme entrar en razones, y que la pista estaba complicada. No debía acelerar en las curvas porque iba a tener todas las ayudas de seguridad desconectadas. Tras ello, da inicio a la aventura con solo presionar una tecla entre ambas butacas. El tablero marcaba el 1 correspondiente a que la primera velocidad de la transmisión automática estaba preparada para salir a rodar.

Solté el freno, y cauteloso me dispuse a acelerar los 570 caballos de fuerza del motor V8 aspirado de 4.4 litros. Este autódromo privado, ubicado a poco más de cien kilómetros del centro de San Pablo, tiene la particularidad de estar construido sobre desniveles montañosos.

Aceleré, pasando cambios con las levas tras el volante, frenaje y primera curva. En ese momento noté la casi nula compresión de las suspensiones al doblar, lo que hace sentir las curvas de una manera diferente. Los neumáticos son fundamentales a la hora de transmitir sensación de control, a pesar de que el ritmo estaba muy lejos del límite. El sonido del V8 a nuestras espaldas, a pesar de que nunca pasó de las cinco mil rpm, ya era un sueño.

La primera vuelta fue muy al tanteo, ya que no conocía ni siquiera una curva del trazado. La segunda, con algo más de confianza, pude acelerar más. Mi copiloto me daba instrucciones, como por ejemplo no tocar el freno en el medio de la curva, algo que yo hacía, debido a que la sensación era la de en cualquier momento perder la trayectoria. Así y todo, los neumáticos nunca dejaron de ofrecer control. El frenado, el tacto de todos los instrumentos, todo era perfecto.

La prueba consistía en dar dos vueltas, con dos autos diferentes. El turno con la 458 Italia había terminado. Más tarde me subí a un Porsche Cayman con algunos años encima, que me había tocado con el número 2 del sorteo. Tenía poco más de la mitad de la potencia de la Ferrari, y a pesar de que esto podría ser una desilusión, sinceramente me divertí más. Al menos pude acelerarlo a fondo, subiendo aún más la adrenalina.

El hecho de poder tener algo más de control, conjugado por una menor dosis de riesgo (o potencia) habla a las claras de las limitaciones que cada uno debe imponerse ante estas situaciones. No puedo pedir nada más. La anécdota de haber manejado una Ferrari quedará guardada. Debí volver a la realidad.

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