Estamos a mitad del año, y, especialmente para las familias con hijos en edad escolar, el receso invernal es una de las fechas más esperadas, tal vez porque, al concentrarse en dos o tres semanas, ofrece la oportunidad de hacer planes que, en muchos casos, involucran al grupo familiar y los amigos.
En la mayoría de los casos, esto lleva a la realización de viajes que, ya desde su planificación, tendrían que ser parte del disfrute de esos días. Esto es importante tenerlo en cuenta al momento de empezar a pensar en la salida, especialmente si implica trasladarse con vehículo propio. Nuestra experiencia nos indica que, a través de esa planificación, ya empiezan a tomarse decisiones que tienen directa influencia en la seguridad de todos.
Por ejemplo, años atrás era muy frecuente que las personas planificaran los viajes para realizar todo o gran parte del recorrido en horas nocturnas. Las motivaciones principales para esta medida eran principalmente el calor que se sufría en los viajes durante el día y la menor cantidad de tránsito respecto al horario diurno.
Estas decisiones se volvían conducta habitual, y los conductores directamente las asumían cuando planeaban cualquiera de sus viajes.
Es sabido que los hábitos se arraigan mucho, y aún hoy en día hay muchas personas que, cuando piensan en un viaje, comienzan con una planificación de horarios que les permita cumplir con la premisa nocturna.
Pero las cosas han cambiado bastante y algunas de las ventajas que se buscaban ya no son tan ciertas. Por ejemplo, la presencia del aire acondicionado en la mayor parte del parque automotor ha restado importancia a la incomodidad de las temperaturas en el habitáculo. También los sistemas de refrigeración de los vehículos han mejorado mucho y, salvo roturas, es poco frecuente que los motores “recalienten” por razones climáticas.
Por el contrario, aparecen las desventajas de viajar de noche. En primer lugar, la densidad del tránsito ha aumentado muchísimo y, aunque sea tarde, es poco probable que, en las zonas turísticas y en temporada de vacaciones, se transite por caminos casi sin vehículos, como ocurría en esas épocas.
También, y como factor muy importante para considerar, la velocidad promedio de circulación de todos los vehículos en las rutas ha aumentado considerablemente. Es un hecho que, en muchos casos, sorprende a los conductores, porque tiene mucho que ver con una cuestión sensorial. Antes, a los vehículos les costaba un esfuerzo que era manifiesto para circular más rápido. Había que apretar con más fuerza el pedal del acelerador. Los motores producían más ruido y vibraciones, cuando se los exigía. El ruido del viento (más aún con las ventanillas entreabiertas) se ponía muy fuerte a medida que aumentaba la velocidad. Se hacía más difícil sostener una conversación en el habitáculo. En fin, una cantidad de “sensaciones” que le hacían saber claramente al conductor que estaba circulando más rápido.
En cambio, actualmente, y gracias a los grandes avances de la industria automotriz, los vehículos se desplazan a mayores velocidades con menor esfuerzo y casi sin que aumenten las señales que hemos descripto. Entonces, salvo que vengan controlando el velocímetro, las personas pueden fácilmente superar las velocidades recomendables.
Por lo tanto, y especialmente en las zonas que no tienen rígidos controles de velocidad, se observa un gran incremento en este sentido.
En consecuencia, la velocidad de aproximación al resto del tránsito aumentó mucho, y los cálculos de distancia y velocidad a través de la vista en la noche nunca pueden ser tan precisos como en el día. En la oscuridad se reducen notablemente los tiempos para la toma de decisiones y, lo que es peor, a veces se produce el error de cálculo que desencadena una tragedia.
La pausa
Es recomendable, entonces, y especialmente para viajes de placer, que se haga una planificación de horarios que intente usar la menor cantidad de horas nocturnas posible. Por este motivo, si las distancias son grandes, es conveniente prever una parada para pernoctar y luego continuar.
Es un descanso general para todo el grupo que, tomándolo como inicio del viaje turístico, abre la oportunidad para conocer otros lugares que suelen resultar interesantes, y transforman el pesado viaje para llegar al ansiado destino final en una experiencia agradable.
Quienes van a las zonas de frío deben planear la llegada en horario adecuado a los lugares que son conocidos por la probabilidad de tener presencia de hielo en la calzada. Suele ser muy frustrante, si se hizo el esfuerzo de continuar viajando para llegar más pronto, arribar a un punto donde la circulación está detenida por varias horas por los caminos bloqueados.
Actualmente es muy sencillo conseguir esa información, así como la ubicación y horarios de las estaciones de servicio de todo el trayecto. Vale la pena conseguir antes del viaje estos datos para evitar malestares.
Lo que está adentro
Dentro de la planificación de la salida, y desde el punto de vista de la seguridad, es importante tener en cuenta el tema de la cantidad de pasajeros, y la forma de cargar el vehículo.
Es imprescindible que solo viajen la cantidad de personas (mayores o menores) que se corresponda con las plazas disponibles en cada vehículo. Todos con los cinturones de seguridad deben estar correctamente colocados siempre que el vehículo esté circulando.
Además, hay que prestar atención a la forma de repartir la carga que se traslada tratando de afectar lo menos posible la distribución de pesos entre las ruedas. Uno de los errores más frecuentes en este sentido es dejar al tren delantero prácticamente “flotando”, casi sin carga y con poco control de la dirección, debido al exceso de peso colocado en el baúl o sector trasero del vehículo.
Debe pensarse especialmente en no trasladar objetos pesados dentro del habitáculo. Pueden ocasionar riesgos muy grandes ante cualquier desplazamiento brusco. Hay que aclarar esto, porque es uno de los conceptos de seguridad que, en mayor proporción, no se lo tiene en cuenta. Esto se debe, quizá, a que, mientras el auto está detenido o en circunstancias normales, no se percibe el riesgo que se corre. Pero basta con ver las estadísticas para comprobar que se producen accidentes originados, por ejemplo, en el derramamiento de líquidos calientes dentro del habitáculo. También conocer las terribles consecuencias que producen los objetos que vuelan dentro de la cabina, cuando ocurren choques o vuelcos, ayuda a comprender claramente el motivo de la citada recomendación.
Conducción
Actualmente estamos disfrutando de muchos vehículos que tienen sistemas que ayudan notablemente a mantener el control aun en condiciones de terrenos irregulares, o pisos resbaladizos por situaciones de lluvia, barro, ripio, nieve o, incluso, hielo. Todavía no son todos, pero cada vez hay más modelos con esas posibilidades, al punto que están transformando la circulación por zonas y caminos que solo se podían intentar en concepto de aventura, en algo accesible y, aparentemente, muy sencillo.
En esos tramos sugerimos que los conductores no olviden las leyes de la física. Es necesario definir bien cuál es la velocidad de circulación que les permita mantener el control del vehículo en todo momento. Esto será muy variable de acuerdo con el tamaño y peso del vehículo y las características de las cubiertas con que esté equipado.
Es importante aprender a percibir la sensación de rodado que nos transmiten para mantener la velocidad dentro de los límites que nos permitan mantener el control.
En algunos casos, como en el hielo o barro muy resbaladizo, esa velocidad necesita ser tan baja que confunde, y el conductor descubre que comienza a deslizar sin poder ya recuperar el control.
Esto suele dar lugar a las colisiones dentro de ámbitos urbanos, y en las rutas o faldeos de montaña, a las salidas de camino que a veces producen graves consecuencias.
En síntesis, para disfrutar el viaje, conviene planificar bien el itinerario, y mantener durante todo el trayecto una actitud y atención al camino que le permita evitar de crearse riesgos innecesarios.