Luego del descanso, la vuelta a la normalidad

Finaliza la época de vacaciones y la evidencia más clara es el notable aumento en la densidad de tránsito de las ciudades donde, después de un corto lapso en el que fue posible circular con mayor comodidad, reaparecen los embotellamientos y las dificultades para llegar a tiempo a los compromisos.

Redacción Parabrisas

Más allá de lo estresante que resulta en muchas ocasiones desplazarse en el tránsito urbano, es interesante volver a mencionar un tema que nos preocupa mucho, como es la cantidad de accidentes de gran magnitud que se producen dentro de la ciudad. Esto resulta muy llamativo porque se trata de zonas donde la velocidad de circulación tiene que ser reducida, lo que ayuda para que las exigencias dinámicas sean pequeñas y fácilmente toleradas por los vehículos actuales. Tal vez sea ese uno de los motivos por el que se ven tantos conductores manejando de manera desaprensiva como si nunca pudieran aparecer situaciones de apremio, pero es notable comprobar que, en muchos casos, son ellos mismos los que se ponen en situación de sufrir un accidente sin darse cuenta que lo están haciendo. Aquí es donde conviene detenernos un instante para analizar este aspecto, ya que es posible comprobar que una gran cantidad de accidentes ocurren por uno de los siguientes motivos que queremos compartir para tratar de disminuir la posibilidad de que le ocurra algo similar.

Disperción

La distracción o la falta de atención es la mayor causa de los accidentes en las ciudades. Es muy frecuente ver conductores/as que no están atentos a las situaciones del tránsito y circulan abstraídos del mundo exterior. La atención se traslada a los pensamientos; a las conversaciones con otros pasajeros; a las llamadas telefónicas o a los mensajes de texto. Este tipo de interferencias que distraen la mente y los sentidos, provocan que el manejo se realice en una suerte de estado de piloto automático. Esta situación atenta muy seriamente contra la seguridad, ya que incrementa las posibilidades de ser sorprendido por los eventos del tránsito o del camino, y también la de producir maniobras inesperadas que inducen a roces o colisiones. Es frecuente ver cambios de mano, frenadas bruscas o giros sorpresivos realizados por conductores que ni siquiera pensaron en el tránsito que los rodeaba. De este modo se producen colisiones de diversa magnitud que no deberían haber ocurrido y que, además, no son fallas mecánicas, problemas del camino o del clima: simplemente alguno de los conductores no desarrolló su tarea con normal eficicacia. Lo más interesante es que, en la mayoría de esos casos, no hay mala intención por parte del que comete el error. Ocurre que en el momento previo al incidente, no estaba prestando la debida atención a su tarea como conductor y responsable del vehículo en el que estaba circulando.

A las corridas

La falta de previsión para llegar a horario a un compromiso o el simple motivo de querer llegar a un lugar antes que nadie, también es es otra de las causas fundamentales para producir accidentes: “La necesidad de adelantarse o pasar primero”. Lamentablemente se está extendiendo progresivamente en nuestra sociedad el uso de esa actitud: muchos conductores, ante las innumerables situaciones que el tránsito plantea, reaccionan instintivamente procurando “pasar primero” más allá de cualquier lógica o prioridad reglamentaria. Así, es posible ver cómo ante la aparición de otro vehículo que circula por una calle transversal, por una rotonda, o quiere ingresar al tránsito desde un estacionamiento, muchos conductores optan por “acelerar” para adelantarse antes de que eso ocurra. Lo notable es que lo hacen aunque estén a una distancia en la que simplemente aminorando un poco permitirían que el otro vehículo complete normalmente su maniobra. Otras veces, llegan a las intersecciones como dando por descontado que no aparecerá nadie y manteniendo su velocidad de aproximación: en esos casos, cuando sí aparece otro vehículo las consecuencias son peores.

Es evidente que estas actitudes aumentan notablemente los riesgos para todos, ya que cuando se produce un desentendimiento de maniobras, resulta imposible evitar los impactos que en algunos casos son de gran magnitud.

Moderar el acelerador

Otro detalle importante a tener en cuenta es el de la velocidad de circulación y los espacios necesarios para controlar el vehículo. Cuando se circula a bajas velocidades, es posible tener la sensación de venir casi como caminando, y eso engaña a los conductores respecto a los espacios que necesita un vehículo para detenerse. Pero hay que tener en cuenta que, aún a 40 km/h, serán necesarios unos 20 metros desde que el conductor percibe la necesidad de frenar, para que finalmente el vehículo se detenga por completo. Y si pensamos en 60 u 80 km/h, las distancias serán notablemente mayores. Por supuesto, en los días de lluvia o caminos en mal estado, todas estas medidas se alargan por la baja adherencia, ya que el automóvil necesitará mayores espacios para concretar cualquier maniobra. Por eso, esa última acelerada instintiva para evitar que el otro pase, o llegar a una intersección pretendiendo ignorar la posible presencia de otro vehículo,  produce que ante cualquier contrariedad resulte imposible evitar el impacto.

Para tener en cuenta

Todas estas realidades destacadas nos muestran que es importante entender claramente la importancia de habituarse a mantener una correcta actitud de manejo. Cuando una persona está al comando de un vehículo, la atención prioritaria debe estar puesta en las circunstancias de circulación. Velocidades, condiciones del camino, señalizaciones, características del tránsito alrededor, deben ser las alternativas que determinen las maniobras que será necesario efectuar. Es importante tratar de anticipar la maniobra a realizar, para disminuir las posibilidades de enfrentar emergencias o evitar causarlas a los demás.

Uno de los hábitos más convenientes es controlar frecuentemente los espejos para tener una idea aproximada del tránsito alrededor. Eso, de por sí, evitará que el Conductor frene o gire de improviso ya que, conociendo la presencia de otros autos, seguramente no iniciará maniobras inconvenientes y, por el contrario, podrá utilizar acciones que disminuyan los riesgos para todos. Como ejemplo, podemos pensar en las veces en que el camino presenta pozos, cunetas o lomos de burro por los que resulta imprescindible pasar, y pueden no ser visibles para el conductor que viene tapado por otro vehículo. Si el conductor que va adelante ante la presencia del obstáculo, reacciona instintivamente y, antes de mirar hacia atrás, frena para bajar la velocidad, es bastante probable que sorprenda al que circula detrás y se produzca un choque.

Si en lugar de eso, el conductor de adelante ve el obstáculo con tiempo y espacio suficiente, podrá hacer una maniobra de aviso que le evitará a ambos el impacto. Lo mismo puede comentarse respecto a los cambios de luces en los semáforos: ya sea para frenar o arrancar,  antes de iniciar cualquier maniobra es imprescindible controlar la circulación de los demás vehículos que estén sobre la misma mano, o cruzando.

Interpretar correctamente a qué velocidad vienen, y si han visto las señales en cada caso, permitirá elegir la maniobra más conveniente en cada ocasión.

Resulta indispensable repetor hasta el cansancio que conducir atentamente, permite evitar los accidentes más frecuentes, ya que el conductor no cometerá errores que los produzcan, pero también tendrá más posibilidades de lograr que otros no los cometan.

Estos son sólo algunos de los ejemplos que ayudan entender la importancia de una correcta actitud de manejo. Por eso, procure habituarse a conducir atento a lo que está por hacer, y tratando de facilitar (en lugar de complicar)  las maniobras de los demás conductores. Así conseguirá un importante avance en cuanto a la seguridad en general.

En esta Nota