Murió Carlos Figueras, prócer del periodismo automotor

Fue uno de los padres de nuestra querida actividad. Con más de cincuenta años de trayectoria, conocedor como pocos de los secretos de los autos, deja un legado que difícilmente será igualado.

Redacción Parabrisas

Era un gran profesional. Un amante de los autos. Pero, sobre todo, una gran persona. Y un querido amigo de todos los que tuvimos el privilegio de trabajar con él. No nos cuesta nada, en estos momentos, caer en el lugar común que dice que nunca hubiéramos querido escribir estas líneas. Que cuesta, y duele, hablar de alguien que nos ha dejado imprevistamente. Pero así es, y no hay modo de jugar a la literatura para expresar lo que sentimos. Carlos Figueras, nuestro querido “Colo”, se ha ido.

En abril de 1966 ingresó a Editorial Abril como integrante del equipo periodístico de la ya mítica revista Corsa. Dieciocho años más tarde pasó a ser editor de nuestra revista Parabrisas en su relanzamiento, hasta que en 1990 se retiró para convertirse en uno de los fundadores de la revista Auto Test. Fiel a su pasión, supo incursionar también en lo deportivo, al volante de distintas marcas de la categoría Turismo. Pero, sobre todo, recorrió cientos de miles de kilómetros por caminos de nuestro país probando autos. Era un maestro organizando operativos de norte a sur, de este a oeste de la Argentina, sin pausa muchas veces, creando y recreando paisajes para los autos que probaba. Fruto de todo ello fue su libro “Autovivencias”.

Figueras libro

Dueño de un sentido del humor ácido e inteligente, nos hizo reír con sus observaciones pertinentes. Amigo de sus amigos, solíamos encontrarlo en sus legendarias reuniones en La Rambla, en Recoleta, donde whisky de por medio se entablaban las más desopilantes y sabias conversaciones. Lo recuerdo también unos días antes de una Navidad en la posada de su querido amigo Ricardo Zunino en Barreal, San Juan, donde coincidimos como huéspedes y no por casualidad: largas y amenas charlas hasta altas horas de la noche a las que le seguían desayunos en los que “el Colo” brillaba por su ausencia. Recuerdos que ahora mismo me provocan una sonrisa triste, pero sonrisa al fin, porque Carlos Figueras lo merece. Que pensemos en él con una sonrisa, aunque más se parezca, en realidad, a una dolorosa mueca. Adiós, Colo querido. Y un fuerte abrazo a su esposa y a su hija Agustina.

Por Silvia Renée Arias

 

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