Por la campiña vasca

Continuamos nuestra recorrida por el país a bordo de la renovada S10. En esta oportunidad, un periplo por el sur de la provincia de Entre Ríos en el que aprovechamos para desandar más de 200 kilómetros de ripio por caminos vecinales y exigimos a fondo a la renovada pick up de Chevrolet. Galería de fotos

Redacción Parabrisas

A 75 kilómetros de Rosario (Santa Fe) se encuentra la pequeña ciudad de Victoria, al sudoeste de la provincia de Entre Ríos, apretada entre áreas rurales y los característicos humedales con riachos que se fueron desprendiendo con el paso del tiempo del río Paraná. Hacia allí nos dirigimos desde Buenos Aires a bordo de la nueva Chevrolet S10 (2.8 LTZ 4X4 A/T), pero, esta vez, la premisa fue hacer la mayor parte del trazado sobre caminos de tierra. En tal sentido, llenamos el tanque de la S10 y tomamos la autopista Panamericana (ruta 9) en sentido norte hasta Zárate, para luego empalmar con la ruta 12. Al llegar a la localidad entrerriana de Ceibas, en el kilómetro 160, desviamos nuestro recorrido hacia la izquierda, siempre por la 12, dejando de lado el poblado de La Peregrina y Médanos, donde aprovechamos para poner a prueba las bondades de la tracción 4x4 de la camioneta en las dunas situadas a la vera de la ruta, posiblemente vestigios de que en, alguna época, el agua del río llegaba hasta esa zona, que ahora es humedecida por el “Paranacito”.

Continuamos hasta llegar a Gualeguay, pero en vez de seguir por el asfalto de la ruta 11 que va directo hasta Victoria, como hubiésemos hecho con cualquier otro vehículo, tomamos un camino vecinal de tierra que conecta varios pueblos a lo largo de unos 115 kilómetros: Lazo, Cuatro Manos, Cuatro Bocas y Tres Bocas hasta Rincón de Nogoyá, donde se une nuevamente con la Ruta Provincial 11. Cabe destacar el comportamiento de la camioneta que, a pesar del mal estado del camino, absorbió con firmeza todas las irregularidades que se presentaron. Una vez retomada la ruta provincial, avanzamos 35 kilómetros por asfalto y, cuando comenzamos a transitar el casco histórico de la bicentenaria ciudad, el odómetro parcial sentenció que habíamos realizado hasta entonces 372 kilómetros.

Tierra de indígenas e inmigrantes

Además de los modernos atractivos turísticos que ofrece Victoria (ver recuadro), las termas y los populares carnavales, al pasear por la ciudad se puede percibir una rica historia. El puerto como postal, la llamativa topografía sinuosa plagada de zorzales y ceibos, y las pintorescas construcciones, hablan de una comunidad que nació allá por 1800, con la llegada de inmigrantes vascos e italianos (en su mayoría genoveses) que vinieron  para “hacer la América”, décadas después de que la colonización española se encargó de exterminar a los nativos. La arquitectura de las casas más antiguas de la ciudad reflejan la influencia de la piedra caliza, utilizada como base para realizar las viviendas típicas de la campiña vasca. Pero, además, todavía quedan restos de los grandes hornos que fueron utilizados en aquella época para obtener un material tan indispensable como la cal. Un dato curioso: desde estos hornos se extrajeron, a la postre, toneladas de cal para la edificación de la ciudad de La Plata.

Lea el resto de esta nota en la edición de Octubre de la Revista Parabrisas

Galería de imágenes
En esta Nota