Hemos manejado la pick-up Nissan Frontier en muchísimas condiciones: las tradicionales –ruta, camino de tierra y ciudad–, médanos, barro y pistas 4x4, pero nunca lo habíamos hecho a más de 4.000 metros, altura que exige paciencia, que aplaca los ánimos, que desgasta a los hombres y las máquinas. ¿A qué se asemeja moverse tan cerca del cielo? A un gancho al hígado, ni más ni menos.

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Técnicamente, la diferencia de respuesta en los motores Diesel modernos, de su trabajo a más de 3.000 metros frente al desarrollo al nivel del mar, se encuentra mientras no se enciende el turbo; una vez infl ado, prácticamente se comporta igual. Los motores de gestión electrónica cuentan con un sensor barométrico que determina la altitud. Con esta información, el sistema de alimentación inyecta menos combustible, para equiparar la falta de oxígeno. Si esto no ocurriera, si ante la menor presencia de oxígeno la cantidad de combustible fuera la misma que a cero metro, el motor se ahogaría. Así, con el objetivo de cruzar al norte de Chile, desembarcamos en Purmamarca, la pequeña localidad jujeña, enclavada en el extremo sur de la Quebrada de Humahuaca, al pie del Cerro de los Siete Colores.
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