El manual del usuario es una suerte de Biblia, la “palabra santa” que debe guiar el accionar del automovilista para la conservación de su vehículo. En él, el fabricante de la unidad deposita, de alguna manera, todos sus conocimientos y los comparte con el usuario del auto correspondiente para que lo aproveche al máximo.
En esas páginas se dan las instrucciones necesarias sobre todos los componentes y sistemas que conforma el vehículo incluyendo, por supuesto, los plazos de servicios y las características técnicas de las piezas y fluidos que deben ser reemplazados.
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Sin embargo, muchas veces no contamos con ese manual o, simplemente no queremos leerlo. Pero eso no quiere decir que quienes extraviaron ese texto o aquellos que tienen la mala costumbre de no leer no pueden conservar en buen estado su vehículo. Ellos (y todos) se pueden guiar por parámetros generales que serán tan efectivos como el catecismo original.
Si bien los plazos de revisión pueden variar según el fabricante, creemos que un chequeo anual es una buena medida cuando se trata de un vehículo que acaba de salir del tiempo de garantía y que recorre en promedio unos 10.000 kilómetros por año. Aquí, una serie de tips para mantener al auto en las mejores condiciones.
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Para ordenarnos, empezaremos “de afuera hacia adentro”. Empezamos por la carrocería, observando que no aparezcan zonas en las que la pintura esté cuarteada o sectores con óxido. Revisaremos también las luces, verificando el estado de las lámparas y su intensidad, considerando todas: posición, bajas, altas, antinieblas, giros y stop. Cuando lleguemos al interior, también verificaremos las de cortesía, de lectura y, si las tuviera, las de guantera y baúl. En el caso de las luces bajas y altas, verificar su orientación.
Una mirada rápida del parabrisas y la luneta nos permitirá detectar si aparecen desperfectos de sellado y eventuales rajaduras de los cristales. Se impone en este momento repasar el estado de las escobillas de limpiaparabrisas y limpialuneta.
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Aquí no hay plazos, aunque sí podemos recomendar una buena lavada de la unidad una vez por semana o cada quince días.
Chequear el estado de los neumáticos y su presión (una vez por semana) es básico (también en la rueda de repuesto). Vale recordar que el límite legal de la profundidad del dibujo de un neumático es de 1,6 mm, aunque es recomendable que supere los 2 mm. Verificar que los laterales del neumático y la llanta no tengan sectores dañados.
Si bien la alineación y el balanceo son necesarios cuando se cambian los neumáticos (deben reemplazase en promedio cada 30.000 kilómetros), es una buena costumbre realizarlos por lo menos una vez por año para evitar la deformación y el desgate prematuro de los cauchos y eventuales problemas en los semiejes.
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La respuesta de las suspensiones la verificamos moviendo el auto de manera tal que resortes y amortiguadores hagan su trabajo, prestando atención a ruidos extraños o golpes, los cuales pueden evidenciar algún desperfecto.
Por supuesto, es de vital importancia comprobar el estado de las pastillas de freno (cada 20.000 kilómetros, aunque algunas pueden durar mucho más). En los sistemas con tambores solo podemos observar que la campana no presente signos que delaten alguna anomalía: para una inspección más profunda habrá que recurrir a un especialista.
Al avanzar hacia el interior verificamos el estado de las puertas, con sus picaportes, cerraduras y burletes. Las condiciones del tapizado, los plásticos, panales de puertas, el techo, las alfombras; una mirada general para quedarnos tranquilos de que todo marcha bien y que ningún elemento muestra desgaste prematuro.
Es muy importante testear el funcionamiento del aire acondicionado porque este sistema, además de generar las mejores condiciones de temperatura tanto en verano como en invierno, nos permitirá desempañar los cristales y, eventualmente, nos ayudará a mantenernos concentrados cuando tenemos que manejar de noche: el aire frío evita la somnolencia. Existe un filtro que evita que ingresen partículas en el habitáculo. Se denomina normalmente filtro antipolen y se reemplaza cada 10.000 kilómetros o un año.
La palanca de cambios no debe presentar “juego”, característica habitual en unidades de generación muy antigua.
Los anclajes de los cinturones de seguridad deben estar muy firmes (si se regulan en altura, la corredera debe funcionar libremente) y los apoyacabezas deben hacer su recorrido sin interferencias.
Ya en el motor comprobaremos que la calidad y el nivel de los fluidos, incluyendo el de frenos, el refrigerante (se reemplaza cada 40.000 kilómetros) y el lubricante (según el tipo de aceite se de cambiar cada 10.000 o 15.000 kilómetros, en promedio o un año).
Chequear la batería (normalmente duran dos años) y el estado de las bujías (según el tipo pueden duran entre 10.000 y 80.000 kilómetros) es fundamental. También es necesario verificar el estado de los filtros de aire (se cambia cada 10.000 kilómetros), combustible (puede durar entre 30.000 y 60.000 kilómetros) y aceite (se reemplaza con cada cambio de aceite). En el caso de los motores Diesel modernos habrá que estar atento a los alertas de la regeneración del filtro de partículas DPF en condiciones de circulación.
En cuanto a la electrónica, la única forma de control es conectar la central de nuestro auto a un escáner, tarea que siempre debe realizar un profesional.
Este punteo genérico de verificaciones del auto es apenas un manojo de sugerencias que pueden ayudarnos a conservar nuestra unidad en buen estado, pero la verdad en este tema es la que está escrita en el manual del usuario: nadie conoce mejor a nuestro auto que quien lo fabricó: nos enseña a cuidarlo casi como un padre lo hace con su hijo.