Rubén Darío Castiñeiras, más conocido como El Pepo, volcó con su Honda CR-V en la madrugada del sábado, en el kilómetro 8,5 de la Ruta 63, altura Dolores. Por el momento, continúan varios peritajes y todavía no hay nada certero, pero según dieron a conocer diversos investigadores, el impacto fue ocasionado debido a una mala maniobra por parte del cantante de cumbia.
En el vehículo circulaba el artista de 44 años, junto a Romina Cándias (corista de la banda), quienes resultaron heridos, y el trompetista Ignacio Abosaleh, y Nicolás Carabajal, mánager del grupo, ambos fallecidos tras el accidente.
Aunque todavía continúan las investigaciones sobre el caso para esclarecer la situación, los primeros indicios parecerían indicar que el vuelco se produjo debido a un giro brusco en la dirección del SUV, que desembocó en la pérdida de control del vehículo, luego de que el conductor no viera un "objeto" que se cruzó en el camino a causa de la niebla.
De todas maneras, surgieron diferentes incógnitas que todavía siguen inconclusas como la velocidad del choque, el alcohol en sangre por parte de El Pepo, y quién era la persona que manejaba al momento del accidente, ya que en primer lugar el cantante había dicho que el trompetista fallecido se encontraba detrás del volante cuando se produjo el vuelco, pero fuentes policiales llegaron a la conclusión de que era el mismo Pepo quien perdió el control.
Por otro lado, previo al choque, el artista grabó un video por el Día del Amigo, que demuestra que el conductor del vehículo era él. Además, los investigadores continúan averiguando si antes del impacto el cantante consumió bebidas alcohólicas (las pruebas estarán en los próximos días) ya que tras el vuelco no le realizaron un control de alcoholemia, debido a la falta de de alcoholímetros en la zona.
¿Se pudo haber evitado el accidente con mayores elementos de seguridad en el vehículo?
Aún no está esclarecida la causa principal del accidente, pero los datos revelados inicialmente confirmaron que el vuelco se produjo a causa de una maniobra brusca que desembocó en la pérdida del control del vehículo.
Una de las tecnologías primordiales para mantener el dominio del vehículo, y que no se desplace fuera de la calzada, es el conocido ESP o control de estabilidad, sistema que el Honda CR-V blanca de tercera generación (SUV protagonista del accidente), no contó en ninguna de sus versiones, de la misma manera que la edición posterior. Recién el año pasado, con la llegada del nuevo utilitario deportivo de la firma japonesa (quinta generación), se incorporó este objeto de protección activa.
Este elemento de seguridad, mediante un cerebro electrónico, acciona los frenos y le quita potencia al motor, estabilizando el auto en maniobras peligrosas. Trompos y subvirajes muy acusados pueden ser corregidos automáticamente por este sistema.
Se transforma en tangencialmente necesario, cuando nos encontramos bajo la lluvia o sobre terrenos poco adherentes donde se hace mucho más fácil perder el control del vehículo de forma inesperada. Trabaja siempre junto al control de tracción y el ABS, transformando accidentes en sustos.
A principios de 2018 tendría que haber entrado en vigencia la reglamentación que exigía a todas las terminales automotrices comercializar vehículos livianos con ESP de serie. Desde las versiones base, hasta las más equipadas.
Esto no sucedió, de hecho, se prorrogó la obligatoriedad hasta 2020, algo que demuestra el lobby que realizaron las empresas, con el gobierno en complicidad, para que esta norma no se establezca.
Viendo esta manera de accionar, cualquier persona que analiza la situación unos pocos minutos puede pensar que el ESP debe ser muy costoso para los fabricantes, pero no es así: se estima que colocarle ESP a un vehículo, que ya dispone de ABS, tiene un costo para el fabricante de tan solo 60 dólares.