Test: Jeep Wrangler Rubicon

Este todo terreno por naturaleza llega para correr los límites conocidos. Incorpora un completísimo sistema de tracción y, junto con el resto de la gama, estrena un motor de seis cilindros. Detractores del polvo, abstenerse. Galería de fotos. Galería de fotos

Redacción Parabrisas

Parece un Wrangler más, y los primeros kilómetros remiten a lo conocido, algo así como un déjà vu: sentimos habernos sentado antes en esta misma butaca. Recién salimos a la ruta, todavía sin la tabla de pruebas en la mano. Los minutos se transforman en kilómetros y las diferencias con el Wrangler Unlimited parecen sutiles.

Hasta que, ya fuera de ruta, fijamos la trompa en el trazado de pruebas, frente a una barranca imposible. Y entendimos qué es el Rubicon. Su nombre nace, según la propia marca, “en honor al sendero Rubicon, de casi 35 kilómetros, en las montañas de Sierra Nevada, al norte del estado de Carolina del Norte, en los Estados Unidos, donde Jeep testea los nuevos modelos y se realiza el evento Jeep Jamboree, que se destaca por su extrema dificultad”.

Entender qué es el Wrangler Rubicon conlleva enfrentarse a un obstáculo que parece insuperable y, un instante después, encontrarse del otro lado. Una baja súper-reducida, desconexión de las barras de torsión y bloqueo de los diferenciales delantero y trasero, son elementos diferenciadores que, en la oferta doméstica, sólo se combinan en el Rubicon. Y resultan elementos indispensables a la hora de la verdad.

Lea la nota completa en la edición nº 416 (junio 2013) de la revista Parabrisas.

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