Hoy, al escribir estas líneas, no podemos ignorar que hace treinta años la Argentina sufría uno de los atentados terroristas más crueles de la historia. A las 14:45 del martes 17 de marzo de 1992, una terrible explosión dejó en ruinas el edificio de la embajada de Israel en Buenos Aires causando la muerte de 29 personas y dejando heridas a 242.
El terrorismo le daba una puñalada hartera a nuestra sociedad, causando un dolor que hoy, tres décadas después de aquel fatídico día, sigue siendo una herida abierta a causa de la impunidad que aun recorre como una sombra nefasta todo el proceso judicial.
Parece mentira que a esta altura de la historia del mundo los humanos sigamos resolviendo algunos temas a través de la fuerza de las armas. Lejos de nuestro país el conflicto Rusia-Ucrania es otra muestra de la locura con la que algunos pocos estropean la vida de muchos.
No hay razonamiento ni análisis que justifique los hechos que, más temprano que tarde, aparecen en este tipo de conflictos sacudiendo a la opinión pública mostrando la cara más siniestra de la guerra: zonas civiles atacadas, hospitales bombardeados, teatros diezmados por las granadas y hasta embajadas reducidas a escombros... ¡¿De dónde surge tanta locura?!.
Acaso gran parte de la humanidad esté conformada por monstruos insensibles que solo responden al dios dinero, buscan la gloria personal frente a sus fanáticos o se empeñan en imponer los dictados de ideologías que poco o nada tienen de bueno para la gente de a pie.
Otros problemas
Mientras tanto, algunos sectores de la sociedad siguen (como pueden) con su rutina. La industria automotriz, es uno de ellos, pero con un manifiesto cambio de ritmo.
Ya hemos mencionado en esta página los problemas que este conflicto bélico representa para varias terminales, pero ahora se han extendido a nivel global.
La consultora S&P Global Mobility estima que la producción automotriz global se reducirá en más de cinco millones de unidades alcanzando un volumen total de 81,6 millones para este año.
“El riesgo a la baja es enorme”, dijo Mark Fulthorpe, director ejecutivo de pronóstico de producción global de S&P Global Mobility, en un comunicado publicado por medios periodísticos.
El informe hace foco en que por efecto de esta guerra se están incrementando los precios de la energía y de las materias primas, al tiempo que se especula con una nueva crisis de escasez de semiconductores y que empeore el flujo de arneses de cables desde Ucrania.
Además, los proveedores pueden tener problemas para obtener gas neón utilizado para la fabricación de chips en ese país, así como el paladio de Rusia, metal base para los convertidores catalíticos.
Como si fuera poco, a la guerra se le suma la nueva ola de Covid-19 que apareció en China que ha provocado el cierre de plantas de centros de fabricación, incluidos Shenzhen y Changchun, de Toyota, Volkswagen y Tesla.