La mejor época para nacer

¿Qué sucedía en la Argentina, especialmente en el mundo automotor, cuando se lanzó la revista Parabrisas?

Redacción Parabrisas

No era fácil aquel noviembre de 1960. Nunca fue fácil la Argentina. Presidía el país Arturo Frondizi y, entrando en el tema de los automotores, se debatía “la batalla del petróleo”.

Es que el primer mandatario, en julio de 1958, había firmado varios contratos con empresas petroleras norteamericanas que operarían por cuenta de YPF para lograr que nuestro país se abasteciera de hidrocarburos.

Por año, se importaban 350 millones de dólares de petróleos y derivados y Frondizi se dispuso eliminar esta sangría. Aunque tuvo que pedir ayuda al exterior y el precio del petróleo extraído era más alto que el importado.

En cuatro años triplicó la cantidad de “oro negro” producida y por primera vez en la historia la Argentina se abasteció a sí misma de petróleo. Con este logro crecieron también las industrias: entre 1958 y 1960 se triplicó la producción de acero y se invirtieron 140 millones de dólares en la petroquímica entre 1959 y 1961.

Crecieron entonces la ocupación y los salarios, y tomaron fuerzas las compras en cuotas. En consecuencia, la clase media ocupó un lugar preponderante en la economía nacional. Y el auto, al igual que el televisor, otros electrodomésticos y los departamentos, se convirtió en un objeto accesible. En 1955 circulaban unos 341.000 autos en la Argentina, número que aumentó un veinte por ciento un lustro después.

Según “Historia de la Argentina”, dirigida por Félix Luna para Crónica e Hyspamérica, “la compra de un modelo chico o mediano lleva a endeudarse para adquirir luego el grande, y de este modo, paulatinamente, las cuotas del auto se convierten en parte sustancial del presupuesto familiar de los argentinos de ingreso medio.” El ministro de economía, Alvaro Alsogaray, había pasado un nuevo invierno, como rezaba su plan y prometía ayuda financiera para que veinte mil taxistas renovaran su parque automotor.

 

 

zaga. El concesionario Juan Manuel Fangio, de la porteña calle Cochabamba, distribuía en exclusiva la nueva Vespa 60, de 150 cm3, “insuperable en técnica y rendimiento”. Ernesto Bessone, fabricantes para América Latina, ofrecía la DKW con regulador de voltaje, disyuntor y bobina dínamo de Auto Unión, y cubiertas importadas 275 x19.

Vianini Argentina presentaba la Lambretta Innocenti, con dos modelos, de 125 y 150 cm3 con potencias máximas de 5 y 6 CV y autonomías de 385 y 340 km, respectivamente. En tanto, en el lujoso Plaza Hotel, Huberman SA y establecimientos Vagiro presentaban la Honda de fabricación nacional.


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Mientras tanto, esa avanzada primavera, el doctor César Barreto, director general de Créditos Prendarios y de la Propiedad del Automotor, anunciaba un próximo reempadronamiento de todos los vehículos dada la creciente importancia económica de los mobiliarios, para más tarde proceder a la inscripción de los propietarios, con la identificación del vehículo y su dueño.

Los comerciantes del ramo, por su parte, se quejaban de muchos problemas que medio siglo después no han desaparecido: “déficit, burocracia, altos impuestos, desorden legislativo en la gremial … que no haya privilegios en la protección a la industria”.

Con la euforia del sesquicentenario de la patria se anunciaba una nueva exposición, en este caso, el Salón Internacional del Automóvil. Se realizaría en La Rural pero en una fecha que actualmente nadie consideraría oportuna: 1º al 24 de diciembre. El año se cerraba con un optimista mundo automotor, el mismo que motivó el nacimiento de una nueva revista, que iba al frente, como un “Parabrisas”.

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